El premier Rishi Sunak mostró este miércoles su lado más combativo en el último cara a cara que tuvo con el líder de la oposición Keir Starmer ante las cámaras de la BBC donde cuestionaron la integridad y el liderazgo de su rival en pleno escándalo de unas apuestas ilícitas sobre las fechas de las elecciones antes de ser anunciadas que ha salpicado a las dos formaciones. Son muchos los que consideran que el aún inquilino de Downing Street tuvo una mejor noche que su oponente ante las preguntas del público.
El problema es que para Sunak es ya demasiado tarde. Todas las encuestas de cara a los comicios del 4 de julio vaticinan el fin de una era para los conservadores tras catorce años en el poder. En su mensaje final, el líder tory suplicó a los votantes, diciendo que entiende por qué están frustrados con su partido, pero recalcó que esta elección es más que un voto de protesta. “No se rindan”, argumentó durante el debate. Aunque desde hace tiempo tiene más que asumida la derrota y el único objetivo que le queda ahora es evitar una supermayoría laborista y salvar su escaño, algo que algunas encuestas ponen en duda.
La irrupción del populista Nigel Farage, el enfant terrible de la política británica, el protagonista del Brexit, que se decidió finalmente a entrar en la competición electoral como candidato del partido Reform UK va ganando cada vez más puntos en los sondeos. Algunos incluso le dan más porcentaje de apoyo a la formación de derecha extrema que a los "tories". En el sistema electoral mayoritario británico, que solo premia con escaño al partido más votado en cada circunscripción, la formación de Farage puede provocar un daño de proporciones históricas a los conservadores.
En cualquier caso, Sunak se centró ayer en acorralar a Starmer por el agujero negro de sus planes de gasto y sus repetidos cambios de opinión en sus políticas. “No todo el mundo está de acuerdo conmigo. Pero al menos ustedes saben cuál es mi posición”, matizó.
Por su parte, el laborista urgió la necesidad de “cambio” y echó en cara al primer ministro el récord de 50.000 inmigrantes ilegales llegados en pateras desde que asumió las riendas del gobierno recalcando que había perdido el control. Starmer ha prometido cancelar el controvertido Plan Ruanda para enviar hasta África a los solicitantes de asilo llegados por rutas irregulares. Durante el debate sugirió que los enviaría de regreso a sus países de origen, a lo que Sunak respondió ridiculizándole diciendo que los inmigrantes venían de países como Irán. “Realmente le vas a decir a un ayatolá que tenía que aceptarlos a todos de regreso”, planteó ante el aplauso del público.
Starmer, con ventaja de veinte puntos en las encuestas, tenía todas las de perder. El líder laborista no se encuentra suelto ante las cámaras y los debates sólo representan oportunidades para soltar frases que lo han perseguido durante el resto de su campaña ultracautelosa.
Quizá el verdadero protagonista del debate fuera Robert, un ciudadano anónimo que planteó si realmente los dos candidatos eran la mejor opción para ser el próximo primer ministro. La falta de entusiasmo es lo que está determinando una campaña electoral en la que tal y como dice el dicho en el Reino Unido, es el gobierno el que pierde, no la oposición la que gana.