Los desplazamientos humanos se hacían históricamente a pie o a lomos de mulos y caballos, o con carros y carretas que permitían el transporte a grandes distancias. Pero este panorama de diligencias y paradas en postas de avituallamiento para caballos y personas va a cambiar en el siglo XX con la introducción del automóvil particular. Los coches de vapor gozaban de tradición en Europa desde el siglo XVIII. Uno de los primeros inventores fue Nicolas-Joseph Cugnot, un ingeniero y capitán del ejército francés con dedicación exclusiva a sus inventos desde 1763. Convirtió con éxito la acción de un pistón de vapor en un movimiento de rotación a través de un trinquete, creando un carro de vapor con tres ruedas diseñado para el transporte militar de artillería pesada, el fardier à vapeur.
En 1770 construyó un prototipo de dos toneladas y media con capacidad para transportar el doble de su peso a una velocidad de tres kilómetros por hora. Aunque el vehículo tenía movimiento autónomo, la caldera de vapor era ineficaz, ya que había que parar cada quince minutos para reiniciarla y era demasiado pesada para ir colocada sobre la rueda delantera haciendo que el vehículo fuese inestable. Aunque el vehículo no fuese eficiente el rey Luis XV concede a Cugnot una pensión de 600 francos al año que fue retirada durante la Revolución Francesa. En ese periodo se exilia a Bruselas hasta que Napoleón Bonaparte se interesa por su caso invitándole a volver a Francia donde moriría a los 79 años. El fardier de Cugnot se conserva en la Escuela Nacional de Artes y Oficios de París y ha sido objeto de réplicas recientes, como la realizada por los alumnos de esta institución y expuesto en el salón del automóvil de París en el año 2010, conservada en el pueblo natal de Cugnot, Void-Vason en la Lorena.
Si bien el gobierno francés atribuyó a Cugnot ser el inventor del primer automóvil, éste contaba con precedentes como el diseñado por el jesuita flamenco en China Ferdinand Verviest para el emperador Kangxi en 1672. Ninguno de estos inventos era capaz de recorrer grandes distancias, para ello habría que esperar a 1873 para que Amédée Bollée consiguiera que su automóvil de vapor al que llamó «L’Obésissante», («el Obediente»), superase la distancia que separa Le Mans de París en 18 horas con 15 personas. A finales del sigo XIX y principios del XX todas las empresas intentaban mejorar el coche a vapor, vehículo que mediría sus fuerzas con el de gasolina en las primeras carreras automovilísticas.
La primera de estas carreras se celebró en junio de 1894, convocada por Pierre Giffard, periodista de Le Petit Journal, con un recorrido entre París y Rouen para demostrar la utilidad de los coches sin caballos. Aunque el primer clasificado fue el conde Jules-Albert Dion pilotando un coche de vapor de su propia casa, Dion-Buton quedó excluido ya que su vehículo no se adaptaba a los requisitos de la carrera siendo en su lugar el ganador un Peugeot 3CV de gasolina pilotado por Albert Lemaître.
Tras esta derrota el conde de Dion y sus socios, los ingenieros Bouton y Tréparadoux, decidieron fabricar coches de gasolina. Sin embargo, no fue este el fin de los coches de vapor: los hermanos Serpollet inventaron una caldera de vaporización instantánea mejorando los condensadores que permitían mejorar la velocidad de los vehículos llegando a alcanzar en 1901 los 100,55 km/h. Al otro lado del Atlántico, la American Bicycle Corporation de Toledo, Ohio, fabricaba un automóvil de vapor de 6,5 CV, el Toledo Steam Carriage, un vehículo sólido y estable fabricado hasta1903, cuando se pasa a la gasolina.
[[H2:El «boom» sesentero del coche]]
Los hermanos Stanley marcaron un hito en la construcción de automóviles de vapor con un motor de dos cilindros, transmisión desde el cigüeñal hasta el diferencial mediante una cadena, vendiendo la patente a la compañía Locomobile Runabout quien comercializa el automóvil. Mientras la Stanley siguió mejorando las calderas y la seguridad del arranque llegando uno de sus coches un récord de velocidad en 1906, pero los días del vapor estaban contados. La introducción del motor de arranque asociado a los vehículos de combustión a finales de la primera década del siglo XX permitió el arranque instantáneo sin uso de manivelas y mejoró su precio permitiéndose la producción en serie. El precio fue decisivo, en 1917 un Stanley modelo 740 de vapor costaba casi 4000 dólares mientras que un Ford, modelo T de combustión se venía por menos de 500, ya que era un coche construido en cadena y accesible para la sociedad.
En España las primeras fábricas de automóviles estuvieron en Barcelona, en 1895 Emilio la Cuadra abría una fábrica para fabricar coches eléctricos que en su momento no tuvieron éxito, en 1902 José María Castro le toma el relevo dando vida a la Hispano-Suiza. En los años 20 se produce inversión extranjera que frena la Guerra Civil. Habría que esperar a los años 50 y 60 para el boom del automóvil. La escasez de combustibles no renovables estimula en nuestros días la investigación y el desarrollo de los coches eléctricos para dejar atrás el siglo de la gasolina.
