La liberalización del tráfico ferroviario, materializado en España hace tres años y cuyos nuevos operadores han tenido que soportar en los últimos meses las críticas del ministro de Transportes, quizás incómodo con las reglas de la libre competencia y con los beneficios que proporciona al consumidor, no ha estado acompañada de la necesaria apertura del mercado de los viajes por carreteras. El modelo de concesiones administrativas, heredado del siglo pasado, y aún beneficioso para las localidades del mundo rural, desconectadas de las grandes rutas, ha de ser compatible con la liberalización de unas líneas de autobús cuyo coste en España es hasta cuatro veces superior al de los países de nuestro entorno, donde la competencia, como en el caso de...
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