Justo en 2024 se cumplen cuatro décadas de ejercicio compositivo para Javier Corcobado , y el artista alemán-vallecano ha inaugurado y cortado la cinta, por fin, a su pirámide de Keops musical, que casi acaba con él, su ' Canción de amor de un día ', con una duración literalmente de 24 horas, y que ha sido construida durante veinte años hasta que este fin de semana pudimos escucharla íntegramente en la madrileña Sala Berlanga , en dos fases: el viernes, siete horas y media; este sábado, 17 horas y media restantes. Entre trance y trance, y tiro porque me toca sensorial, más de 60 músicos o bandas, bajo la batuta de Corcobado, desde Amaral, Calamaro, Aviador Dro, Bunbury, Erizonte, Justo Bagüeste, La Fura dels Baus, Nacho Vegas, Ajo, Carlos Ann, Alicia Alemán, Aintzane Aranguena, Vetusta Morla y muchos más han colaborado con cien piezas en total en un plan loco que el artista comenzó a idear en 2004 y que en 2011 se constituyó en relato escrito por el propio músico y poeta, en el que se reflejaba un diario dividido en 24 capítulos, cada uno correspondiente a una hora, un retrato de un día cualquiera de su vida en Bilbao. Para ello, Corcobado les enviaba pautas literarias para que se hicieran la imagen mental de su parte concreta. «En el presidio de mis costillas mi corazón ruge de tanto amar. Yo le calmo, le doy calor, pero le digo que no le voy a liberar. Amar duele. Y no amar mata », canta Corcobado en los primeros versos de ese maratón, en 'El mar es mi corazón', una balada rock con arreglos de viento, la segunda obra detrás de la instrumental inaugural de 15 minutos, 'El coito del río y la ría', muy Danny Elfman hasta que rompe en una coda de ruido marca de agua del que fuera líder de Mar Otra Vez, Los Chatarreros de Sangre y Cielo y Demonios tus ojos. Y pronto una cosa está clara: la estridencia celestial, la distorsión y los sonidos industriales guían la causa de Corcobado, como siempre. También la belleza. Y otra más: el tiempo es un pasatiempo, no importa. 'La canción de amor de un día' de 24 horas de Corcobado no es el único prodigio en esta línea entre la machada y el delirio artístico. Presuntamente, la canción más larga del mercado, según el Libro Guinness, aunque no hay constancia en su web, es un tema de 90 minutos llamado 'Zwei Jahre' ('Dos años'), del grupo alemán Phrasenmäher . Sin embargo, fuera de la industria al uso hay algunos ejemplos tan descabellados como el de Corcobado. Los Flaming Lips sacaron también una canción de 24 horas que vendían en discos duros insertos en una calavera real a 5.000 dólares cada una de las 13 unidades. Y en una línea cuasi infinita está 'Longplayer', de Jem Finer , una obra que se reproduce en un ordenador desde la medianoche del 31 de diciembre de 1999 y que acabará en 2999. Y vuelta a empezar. La composición, que incluye tazones y gongs tibetanos, dura 20 minutos pero la computadora lo va rediseñando en interminables variaciones. Y John Cage creó la pieza de organo 'Organ²/ASLSP (As SLow aS Possible)' que dura 639 años, y suena en una iglesia de la ciudad alemana de Halberstadt mediante un sistema de pesos por sí sola. Por su parte, esta 'Canción de amor de un día' verá la luz como formato libro (Ed. Liburuak) junto a un 'pen drive' de 32 gigas. Como dijo el autor el año pasado, «no cabe en vinilo ni CD. Hice un cálculo y saldrían 46 vinilos o 24 CDs, en canciones como sueltas. Y no quiero que vayan sueltas». Rancheras, post rock, ambient, canción ligera, industrial, spoken word, noise, música clásica... Estilos diversos entretejidos por el aura de Corcobado, además de una extraordinaria fotografía, que amplía cada obra, de Lois Patiño, Nacho Vegas, Aintzane Aranguena, Khuruts Begoña y tantos más en una sala Berlanga, de la SGAE, que ha apoyado este proyecto, e ideal por su acústica y reverberación para sumergirte en una experiencia inmersiva tan hipnótica y extrema con las paredes que parecía que temblaban o bailaban en las partes más bakalas, y luego meditaban entre tanto paisaje satelital. Y del ruido al susto por el llanto de un bebé, y el propio Corcobado va y viene en la oscuridad, incluso agita la cabeza con la música, y el público igual, oscila, son 24 horas, obvio, y las tonalidades se pintan bajo el prisma del amor y lo poético tal que así: de una pieza de tecno de Aviador DRO, 'Un día para amarte', se pasa a otra del demiurgo exskater con un rollo electrónico que muta al krautrock, llamada ' Nostalgia de internet ', con una foto en la pantalla de un tipo con gafas de bucear mirando detrás de una pecera, y canta: «Recuerdo internet con mucha nostalgia. Recuerdo el pulso electromagnético. Clavando susurros en tu corazón», y que deviene en gritos a lo Iggy Pop and The Stooges en 'Dirt'. Una persona en la primera fila incluso baila lisérgicamente. Y justo después veinte minutazos ambient de Julio Bagüeste, 'Melancolía electrónica', y una foto de un mogollón de antenas y cables apilados desordenados... Y qué mejor órdago a la grande musical para celebrar precisamente el Día de la Música, que tuvo lugar el viernes. Corcobado ya había revelado que lo que pretendía con esta duración «tiene mucho que ver con el pensamiento de la niñez» porque «los niños no tienen idea de cuánto dura la música hasta que alguien les dice que una canción dura 3 minutos». Así: «Siéntense, olviden todo , cierren los ojos y escuchen música como se hacía antaño o como lo hacemos en privado». Y por eso lo ha apostado todo por «dar espacio temporal a la música» y que sea «tan grande como un día de nuestra vida». O como reflexionó con ABC Cultural , «en la música somos unos aficionados, el profesional es Dios. Somos meros imitadores de Dios, porque también somos dioses cada uno de nosotros».