Director: Ladj Ly. Guion: L. Ly y Giordano Gederlini. Intérpretes: Anta Diaw, Alexis Manenti, Aristote Luyindula. Fotografía: Julien Poupard. Música: Pink Noise. Francia, 2023. Duración: 105 minutos. Drama.
Todo arde, todo explota, todo revienta en la nueva película dirigida por el políticamente tan comprometido director Ladj Ly (autor, asimismo y entre otras, de la laureada «Los miserables», 2019). Francia, el extrarradio parisiense, en llamas de nuevo. Tras un arranque en el que descubrimos un feo y enorme edificio que recuerda a una de esas destartaladas prisiones donde se hacinan cuerpos y almas, y cómo varios de sus habitantes deben bajar el ataúd de una anciana sin ascensor, retirando trastos de en medio («explícame cómo se puede vivir y morir aquí», exclama como un lamento la hija de la fallecida) y a punto de rodar, se asiste a las imágenes de una de esas colmenas que es dinamitada, lo que se lleva por delante al alcalde de la ciudad, cuyo inesperado fallecimiento provoca que Pierre, pediatra y concejal del partido, sea elegido a la carrera para sustituirlo. Y Pierre (un personaje que, así ataviado y con ese corte de pelo, evoca lejanamente, queriendo o no, a un joven Berlusconi), no solo desea continuar la política de su predecesor, aunque la esposa del protagonista y su «segundo» le adviertan de las consecuencias, que quería rehabilitar el viejo barrio obrero, con trampa, claro, sino que decide ir aún más allá.
Por contra, Haby, una chica francesa de origen maliense que vive también en uno de los bloques de pisos ruinosos y no se calla ante nada ni nadie, se niega a que su familia sea expulsada del barrio donde creció, protesta ante la «inmigración selectiva» que atañe a los individuos sirios cristianos y decide plantarle cara a los mandatarios políticos, transformándose en la peor pesadilla de Pierre y transformándose de la noche a la mañana en candidata para el puesto de Pierre. A quien su propio partido advierte: «La sinceridad es un arma de doble filo». Así, en una cinta donde los dos bandos (las víctimas y los verdugos) están tan exactamente perfilados como para siempre contrapuestos se suceden las huelgas (de autobuses, por la agresión a uno de los conductores), las injusticias sociales, las cargas de la policía, los decretos antibandas surrealistas (esa prohibición de que los menores salgan a ciertas horas si no van acompañados por adultos), la corrupción, la especulación inmobiliaria, mientras los personajes, y también el elenco interpretativo, cumplen con sus cometidos asignados y el realizador, por fin, decide rechazar la violencia como respuesta a estos desmanes con la clase obrera. Aunque a veces parezca no haber otra salida. Cine «banlieue» en estado casi puro, la espectacularidad de algunas escenas lo alejan, sin embargo, de un Bertrand Tavernier, por citar un solo nombre significativo, para acercarlo, quizá demasiado en ciertos momentos, a esas superproducciones de Hollywood donde los efectos especiales suelen ocultar el mensaje, si lo hay. Que aquí, sobradamente. Un filme en llamas, aunque no incendiario, y que, en según qué aspectos de la historia responde como aplicando una fórmula matemática. Quien juega con fuego acaba quemándose, aunque nadie deba encender la cerilla. Hay, debe haber, otros medios.
Lo mejor: el dolor y la rabia apenas contenidos con los que Ladj Ly narra esta historia
Lo peor: el personaje del alcalde por «accidente» a veces se nos antoja increíblemente torpe