Hijo del comediógrafo de mismo nombre, que publicó muchos de sus títulos en 'La Farsa' y otras colecciones populares, Leandro Navarro (1927-2024), que ha fallecido en su Madrid natal, dio sus primeros pasos en el mundo de la literatura, publicando algunos relatos, y del teatro, en el que trató a Jacinto Benavente y otras grandes figuras, estrenando él mismo diversas obras, entre ellas una comedia musical, y una adaptación de una novela del entonces celebérrimo Lajos Zilahy. Su estrecha amistad con Antonio Mingote databa de entonces. Paralelamente, ejerció el oficio de procurador. Poco a poco, sin embargo, pudo el mundo del arte. Por su matrimonio con Conchita (qué bonita la ceremonia de sus bodas de oro, en un espacio teatral de solera como el Joy-Eslava), se convirtió pronto en un gran experto en José Gutiérrez Solana, del que su suegro, Luis Valero, era uno de los más fervorosos coleccionistas. Director primero, entre 1971 y 1978, de Biosca, donde en 1973 programó la primera individual española de Óscar Domínguez, y donde trabó gran amistad con Cristino de Vera, Quirós o Juan Barjola), en el mismo año en que concluyó su etapa en la histórica sala de la calle Génova, Leandro Navarro abrió su propia galería en un bajo de la calle Amor de Dios. En ella atendió de modo muy especial al realismo madrileño, el de Antonio López García , Julio López Hernández, Isabel Quintanilla y Francisco López o Esperanza Nuere, y el de continuadores de esa tradición como César Galicia, Clara Gangutia, César Luengo, Antonio Maya, Mezquita, Daniel Quintero, Joaquín Risueño, Juan Carlos Savater o Sebastián Nicolau. Más Solana siempre (fue uno de los artífices, en 1985, con Luis Caruncho y Luis Alonso Fernández, de su retrospectiva del Conde Duque, y también les echó una mano a María José Salazar y a Andrés Trapiello para la que en 2004 les encargué para el Reina Sofía), y Picasso y Miró y Manolo y Julio González y Gargallo y Bores y Colmeiro y Lobo y otros de nuestra Escuela de París, y Palencia, y Pancho Cossío, y Álvaro Delgado, y Pedro Bueno, y Cristino Mallo, y José Hernández, y Marsans, y tantísimas otras cosas fundamentales (por ejemplo: los retratos de artistas de Juan Dolcet), siempre eligiendo con tino las piezas, los tiempos, el acompañamiento crítico… La continuidad de la sala está asegurada pues desde hace unos años lleva sus riendas su Íñigo, formado a su vera, que ha heredado su pasión por Solana (al que ha combinado con Alberto García-Alix), por los López o por Carmen Laffón o por Teresa Duclós (la exposición de ahora mismo le está dedicado), pero que ha buscado nuevas perspectivas, atendiendo a Torres-García, a Schwitters, a Morandi o a Tàpies, y apostando por el redescubrimiento de la obra pictórica de Manuel Padorno. En 2014, el gran galerista, medalla de oro de las Bellas Artes, publicó, en Elba, sus memorias, 'Por amor al arte', un volumen muy entretenido, que se le quedó corto para todo lo que tenía que contar. Era una delicia siempre escucharlo, rodeado de sus Solanas, sus Zabaletas, sus Barjolas, sus antigüedades, sus opalinas (muchas de ellas compradas en el Rastro), sus cuadros de rosas... En 2012, el Lázaro Galdiano expuso parte de su colección. Descanse en paz. Nuestro más sentido pésame a Conchita, a sus hijos, y a sus nietos, especialmente a Leandro, es decir, la tercera generación de la saga.
