Nueva York. Los salarios de los ejecutivos de las grandes empresas estadounidenses están aumentando mucho más rápido que la remuneración promedio de los trabajadores privados, sin objeciones de los accionistas, seducidos por los precios actuales de las acciones y una mayor transparencia.
Entre 2017 y 2023, la remuneración promedio de un ejecutivo del índice ampliado S&P 500, que agrupa a las 500 mayores empresas estadounidenses, aumentó casi 40%, según un sondeo de la firma Equilar, frente a sólo 27% para los trabajadores del sector privado en Estados Unidos. El dato, para los ejecutivos, es de $16,3 millones anuales.
Este aumento no genera demasiados sobresaltos en los accionistas, que este año solo rechazaron en dos casos los planes de remuneración patronal cuando se les planteó el asunto en asambleas, según la empresa ISS-Corporate.
En 2021 y 2022, una serie de reveses afectaron a varios grandes nombres corporativos de Wall Street, desde Starbucks y el banco JPMorgan Chase hasta las tecnológicas Intel y General Electric.
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“Los inversores finalmente se están rebelando contra los aumentos salariales masivos de los patrones”, tituló la revista Time en junio de 2022, antes de que esta aparente reticencia se desvaneciera casi tan pronto como había tomado forma.
“Los accionistas tienden a votar en contra de los planes después de un mal desempeño de la empresa o del precio de las acciones” a la baja, explicó Kevin Murphy, profesor de la universidad USC y experto en remuneraciones ejecutivas.
Sin embargo, al momento del movimiento rebelde de los accionistas, la pandemia de coronavirus había sacudido gravemente la economía y los mercados financieros. “Algunos precios (de acciones) habían repuntado, pero no todos”, recordó.
Por el contrario, el contexto actual del mercado, en el que Wall Street ha batido decenas de récords desde principios de año, no fomenta las protestas.
La denominada ley Dodd-Frank, nacida de la crisis financiera de 2008 que se expandió por el mundo exige, desde 2011, que las empresas cotizadas en bolsa sometan la remuneración de sus ejecutivos a una votación de los accionistas al menos una vez cada tres años, una disposición conocida como “Say on Pay” (opinión sobre remuneración).
La votación es meramente consultiva, pero en caso de una negativa de los accionistas, la gran mayoría de los directorios de las corporaciones renuncian y se modifica el paquete salarial.
“Say on Pay” introdujo transparencia en el mundo empresarial, que “ha abandonado las malas prácticas. Desde este punto de vista, creo que las cosas van mucho mejor”, estimó Rosanna Landis Weaver, de la asociación de defensa de accionistas As You Sow.
La Ley Dodd-Frank también exige que las corporaciones publiquen la relación entre la remuneración del director ejecutivo principal y el salario promedio en la empresa.
En 2023, un director corporativo percibía en promedio 196 veces el salario medio de los empleados de su empresa, muy por encima de las 158 veces de hace cinco años antes, según Equilar.
Según una encuesta difundida esta semana por la Universidad Bentley en conjunto con el Instituto Gallup, el 82% de los estadounidenses considera “algo” o “extremadamente” importante “evitar una brecha salarial muy significativa entre los jefes y los empleados promedio”.
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“Es un tema delicado”, subrayó en la encuesta Kristina Minnick, profesora de finanzas de Bentley, quien explicó que “los salarios altos pueden atraer a mejores profesionales, pero también pueden ser considerados excesivos”.
Sin embargo, los partidarios de limitar la remuneración de los ejecutivos no encuentran resonancia dentro de un electorado más amplio.
Los proyectos de ley presentados en los últimos meses por los legisladores Alexandria Ocasio-Cortez y Bernie Sanders, dos figuras del ala izquierda del Partido Demócrata, siguen bloqueados en la Cámara de Representantes estadounidense.
“Say on Pay” ha llevado a muchas empresas a recurrir a consultorías especializadas y utilizar escalas de referencia para comparar sus planes salariales con los del resto del mercado.
Por lo tanto, “hay muy pocos ejemplos recientes de un director ejecutivo que haya recibido una suma abultada una vez que abandona el cargo”, argumentó David Yermack, profesor de finanzas en la Universidad de Nueva York.