La Ribeira Sacra -con sus miradores y sus monasterios, sus acantilados salvajes y sus terrazas salpicadas de viñedos- es un enclave mágico regado por los ríos Sil y Miño entre las provincias de Lugo y Orense. Un lugar que no podemos dejar de visitar si viajamos a Galicia y en el que, además de los puntos turísticos clave, encontrarás si sabes buscar algunos tesoros más escondidos.
Galicia siempre es una opción perfecta para sumergirse en sus municipios llenos de encanto y disfrutar unos días de sus aguas termales, su naturaleza, sus monumentos y museos, su artesanía y su rica gastronomía. Con el verano ya despuntando y la llegada de las altas temperaturas, es el viaje ideal para aquellos que prefieren además resguardarse del calor y buscar lugares más frescos.
Si bien es cierto que para conocer en detalle -y con más calma- todo lo que ofrece este destino se necesitan por lo menos 3 días, no siempre es posible dedicarle tanto tiempo. Sobre todo, si no vivimos por los alrededores y podemos hacer excursiones de fin de semana de forma frecuente para explorar sus 735 kilómetros.
Así que vamos a contarte cuáles son los imprescindibles y qué no debes dejar sin visitar en la Ribeira Sacra si solo tienes un día para recorrerla. Vamos a centrar la ruta en la zona que transcurre por la provincia de Ourense. Recorreremos en coche sus pueblos medievales y visitaremos sus antiguos monasterios.
La primera parada será el Monasterio de San Estevo de Ribas de Sil, uno de los más visitados y más conocidos. Aislado y en plena naturaleza, al visitarlo uno entiende por qué los monjes escogieron antaño ese preciso lugar para dedicarse a la oración y la meditación. Su origen es del siglo VI, y con el paso del tiempo fue sufriendo modificaciones hasta convertirse actualmente en un Parador Nacional.
Es aconsejable que sea la primera parada de nuestra ruta porque a medida que pasa el día se va concentrando más gente en el Monasterio y así podemos realizar la visita sin aglomeraciones. Hay una zona de aparcamiento a 5-10 minutos del Monasterio, un poco más arriba, aunque si llegamos muy pronto puede que encontremos algún hueco al lado del edificio y nos ahorremos la caminata.
Una vez en el Monasterio, encontraremos algunas zonas de libre acceso para poder visitarlas; entre ellas, tres claustros de distintos estilos y la iglesia. En enero y febrero está cerrado por temporada, así que no olvides tenerlo en cuenta a la hora de organizar el viaje.
Nuestra segunda parada será el Mirador de Vilouxe. Es una auténtica maravilla de la naturaleza y las vistas que nos brinda, sin igual. Pero para acceder a él, tendremos que hacer una pequeña caminata de unos quince o veinte minutos. El coche se deja estacionado en la aldea de Cimadevila. Allí, tomando como referencia la parroquia de Vilouxe, hay que emprender el camino siguiendo unas flechas que nos conducirán hasta el mirador.
Una vez en el mirador —hay dos, uno a cada lado— te recomendamos que tengas cuidado porque no están protegidos. Eso sí, las vistas con el Río Sil bordeando las montañas son espectaculares.
A solo dos o tres minutos en coche, podemos hacer otra parada: el Mirador de la Columna, con unas vistas muy parecidas al anterior. Otros dos o tres minutos más en coche nos acercarán a otro mirador, el de Cabezoá, donde a un lado de la carretera encontraremos un aparcamiento donde estacionar el coche. Allí, desde una pasarela de madera, podremos seguir admirando las impresionantes vistas del Cañón del Sil.
Ten en cuenta que si el día de tu visita hay mucha niebla, no podrás admirar de la misma manera todas estas vistas. Por lo que es preferible evitar los días muy nublados, si es posible.
Seguimos nuestra ruta por los miradores con el Balcón de Madrid. Se le conoce así porque desde este punto los gallegos despedían a sus familiares cuando emigraban atravesando el río antaño hacia la capital. Muy cerquita está también el de Os Torgas.
Para hacer un alto en el camino, la mejor opción es Parada de Sil. Allí podremos recargar fuerzas disfrutando de la gastronomía típica de Galicia: pulpo á feira, pescado y marisco, lacón con grelos, quesos típicos y vinos de la tierra —la Ribeira Sacra con su denominación de origen—. Después de descansar un poco y cargarnos otra vez de energía, podemos volver al coche y poner rumbo a uno de los miradores de la zona más famosos y con más protagonismo en las redes sociales: el mirador A Mirada Máxica, donde encontraremos dos pasarelas de madera que se adentran en el cañón. No olvides tu cámara para inmortalizar el momento, pero... ¡Atención si sufres de vértigo!
La siguiente parada será el Monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil, del siglo X y uno de los principales de la Edad Media. Fue restaurado en 1987. La visita dura una media hora, en la que te puedes adentrar en su antigua capilla y otras zonas comunes. La entrada cuesta 2 euros.
Para finalizar la visita, podemos hacer otro alto en el camino en el pueblo de Castro Caldelas y perdernos por su caso histórico -que parece sacado de un cuento medieval- admirando sus casas de piedra y su castillo que data del siglo XIV.
La Ribeira Sacra ofrece un sinfín de posibilidad y planes. Así que si una vez finalizada la ruta, todavía te quedan energías y tiempo puedes visitar alguna de sus bodegas de vino y sus cultivos; conocer otros monasterios como el de San Pedro de Rocas y el de Santa María Xunqueira de Espadanedo o la Necrópolis de San Vítor de Barxacova, de los siglos IX y X.
Para los amantes de la naturaleza, otro imprescindible será hacer una excursión en catamarán por el Río Sil, o alguna de las rutas de senderismo diseñadas en la zona para disfrutar de sus paisajes tanto a pie como en bicicleta, como la sendera de los viñedos, la ruta de la Fervenza de Augacaída al Castro de Marce -muy cortita y agradable para dar un paseo tranquilo- o la del Camino Real de San Pedro de Rocas, una de las más transitadas.