Fue, lo decía el mismo, «el fotógrafo desconocido más conocido del mundo», y algo parecido podría decirse de sus fotografiados: tipos normales y corrientes, superhéroes de lo cotidiano con la vida en precario equilibrio sobre sus espaldas, que se crecían en la distancia corta. En el retrato en blanco y negro, en el robado distraído a pie de vagón del metro. Obreros convertido en iconos. Trabajadoras de cadenas de montaje como modelos de pasarela. Oficinistas de vuelta a casa con la jornada laboral grabadas en los pliegues de las ojeras. «En medio del ruido, la suciedad, los humos y el riesgo de accidente, me parecían personas muy sensibles, de una humanidad innata y con una maravillosa capacidad de organización y...
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