El 7 de junio de 1994, hace 30 años, Las Ventas de Madrid fue testigo de una de las faenas más inolvidables de la historia reciente. César Rincón se midió con "Bastonito", un toro de la ganadería de Baltasar Ibán, y a pesar de la complejidad y el peligro, consiguió cortar una oreja tras una vibrante y compleja faena.
La bravura siempre presenta un desafío. Con sus 501 kilos, "Bastonito" embestía con codicia y fiereza, representando una auténtica prueba para el maestro colombiano. Este toro no perdonaba el menor error, y su naturaleza encastada añadió una intensa tensión al enfrentamiento. Joaquín Vidal lo capturó en sus palabras:
"Salió un toro de casta brava a eso de las siete y media de la tarde, y eran las tantas de la madrugada cuando aún discutía la afición si mereció la vuelta al ruedo que le dieron las mulillas con todos los honores, bajo una cerrada ovación del público puesto en pie. A ese toro, César Rincón le había cortado una oreja, cuyos merecimientos asimismo se discutían de madrugada, aunque el toro le pegó previamente un volteretón al torero en justa correspondencia, dejándolo herido, maltrecho y sin posibilidad de continuar la lidia. Un toro de casta brava: ¡menudo acontecimiento! Un toro de casta brava como el que saltó al ruedo venteño a eso de las siete y media de la tarde, es la sensación, el acabose, un valor del que apenas quedaba memoria, un tesoro recuperado de lo recóndito, un vendaval de sensaciones llegado de la noche de los tiempos. Embestir el toro de casta brava tan pronto plantó su pezuña en el redondel, y ya vibraba la plaza entera, reviviendo aquel estremecimiento singular y aquella emoción intensa que conformaban el ambiente habitual de las corridas de toros en todas las épocas, creando una afición numerosa, fiel y apasionada por esta fiesta exclusiva llamada del arte y del valor".
Para César Rincón , la firmeza en los toques, la precisión en los movimientos y la adecuada pérdida de pasos fueron claves para construir momentos de gran emoción que cautivaron al público madrileño. Gradualmente, templó las embestidas del toro y superó las dificultades que se presentaron.
"El toro de casta necesitaba, naturalmente, un torero en plaza, y lo hubo en la corrida ferial. Fue César Rincón , que le presentó pelea con el ardor y la entrega propios de un novillero principiante. Tiene mérito: quien ha cimentado fama y fortuna y está catalogado figura indiscutible del toreo, peleando corajudo con el toro de casta indómita, afanándose en la cercanía de sus pitones, intentando embarcarlo en la muleta del arte con serio riesgo de cogida, trastabillando cuando la fiera codicia del toro desbordaba el arte, la muleta y hasta el artista muletero", relató Vidal.
Con coraje y determinación, Rincón se mantuvo firme, entregándose por completo. La faena se convirtió en una auténtica batalla de poder a poder, donde el torero, frente a un toro encastado, logró momentos de temple. Entre estos, destacó la belleza de los naturales, ejecutados con firmeza ante las acometidas de "Bastonito", reposicionándose hábilmente.
Como era previsible, sufrió una voltereta, pero se levantó para continuar y finalizar una faena que, aunque no fue la más elegante, se distinguió por la entrega, la técnica y la emoción. Tras un primer pinchazo, Rincón logró una estocada que lo dejó a merced del toro.
El público, profundamente emocionado, pidió la oreja para el torero colombiano y aplaudió fervorosamente la vuelta al ruedo concedida a los restos de "Bastonito". Este toro pasó a la historia por la casta demostrada en el ruedo venteño, y a 30 años de distancia, su memoria sigue viva, especialmente tras el toro homónimo que se lidió el primer fin de semana de la actual Feria de San Isidro, siendo uno de los más destacados del ciclo.
Maltrecho y con una herida en la mano derecha, César Rincón recibió la oreja y la paseó con orgullo, un valioso trofeo para un torero que arriesgó su vida ante este célebre toro de Baltasar Ibán, el primero de su lote en una tarde compartida con Emilio Muñoz y Juan Mora. Debido a sus heridas, Rincón no pudo lidiar a su segundo toro, siendo Muñoz quien finalmente lo estoqueó.