El desarrollo de Costa Rica depende de que los gobernantes de turno contraten y gestionen obras públicas sin adecuados controles institucionales. Este es, en síntesis, el argumento utilizado por el presidente Chaves y su ministra de Planificación en la propuesta de referéndum a la Asamblea Legislativa.
En el largo camino que sigue, habrá mucha tela que cortar. Además del perjuicio a la transparencia y buen uso de los recursos públicos que se derivarían de su hipotética aprobación, están los posibles roces de constitucionalidad y los consecuentes umbrales mínimos de participación requeridos. A ellos añado la ligereza y poca seriedad que implicaría someter textos tan complejos, diversos y llenos de vericuetos a respuestas binarias de sí o no.
Dicho lo anterior, vuelvo al falaz argumento general en que descansa la propuesta: desarrollo igual a obra pública material, y esta igual a discrecionalidad del Ejecutivo y debilitamiento de la Contraloría. La realidad va por otro lado.
El desarrollo depende de variables múltiples, mucho más importantes que una “ciudad gobierno” o la marina de Japdeva. Al centrarse en un universo tan reducido y pretender convertirlo en eje de la discusión nacional, el gobierno hace explícito algo ya evidente: su descuido por la reforma del Estado, por la buena educación, la seguridad ciudadana, el acceso ágil a los servicios de salud, el futuro de las pensiones, los empleos de calidad, el despliegue de tecnologías 5G, la generación de energías limpias y baratas, y muchos otros elementos esenciales para el desarrollo. La falta de visión y el desperdicio de la oportunidad son tan fuertes como el rugido de un verdadero jaguar.
Y no olvidemos el gran ingrediente intangible del bienestar: el respeto a la institucionalidad democrática, el Estado de derecho, la transparencia, la civilidad y la rendición de cuentas. La pretensión de saltar normas básicas de buena administración riñe con esa parte indispensable de la receta para acelerar el desarrollo y fortalecer nuestro contrato social.
Estemos alertas sobre este dudoso proceso, pero concentrémonos en lo realmente importante. No dejemos consumirnos por lo que podría ser un debate distractor y contraproducente. Evitemos caer —y tomo prestado un título de Yolanda Oreamuno— en la ruta de su evasión.
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El autor es periodista y analista.