Hace unos días, una reputada colega me alertaba del riesgo que entrañaría el ascenso del populismo de derechas en las elecciones europeas y del peligro que supondría para los valores de la Unión. Comparto con ella una parte de la inquietud, pero me sorprendieron sus argumentos, ya que asumir que existen unos valores preferentes vinculados a un territorio y a una historia es algo que mi compañera, insigne progresista, ha rechazado siempre. Le recordé que si estamos dispuestos a defender que existen unos valores europeos tendríamos que sostener también, por ejemplo, que existen unos valores españoles. Mi interlocutora negó de inmediato para España lo que acababa de defender para Europa, pero para favorecer la conversación decidí obviar su palmaria inconsistencia....
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