Ha concluido el periodo de transición en Chad. Lo que comenzó tras la muerte de Idriss Déby durante un enfrentamiento contra el grupo rebelde Frente para la Alternancia y la Concordia en Chad, y continuó con un golpe de Estado institucional dirigido por su hijo, Mahamat Déby, ha concluido este jueves con la investidura como presidente del hijo de quien gobernó Chad con mano de hierro durante 31 años. El gatopardismo se ha introducido así en el país africano, para volver realidad esa paradoja que propuso Giuseppe Lampedusa: ha cambiado todo para que nada cambie. La dinastía de los Déby continúa así en el poder, gracias a una transición opaca y de apariencia democrática que validará su presidencia tras las críticas nacidas como consecuencia del golpe de Estado de 2021.
Las elecciones presidenciales tuvieron lugar el 6 de mayo y la victoria de Déby fue anunciada el día 9, tras obtener el 61% de los votos, según los resultados anunciados por la Agencia Nacional de Gestión de las Elecciones (ANGE). El líder de la oposición y primer ministro del Gobierno provisional, Succès Masra, denunció en una rueda de prensa posterior a los primeros resultados que éstos habían sido falseados, mientras que la Unión Africana emitió este miércoles un duro comunicado contra el ganador. En este comunicado, resultado de las críticas que recibió la organización por su silencio ante lo que muchos consideran un amaño electoral, la UA advertía que “prohibió formalmente a los militares presentarse a las elecciones tan pronto como se instaló el Consejo Militar en Chad” y justificó su silencio en que “las autoridades de transición no querían que la UA observara estas elecciones”. Por tanto, “es imposible que el Presidente de la Comisión se pronuncie sobre los resultados de tales elecciones”.
No es habitual que la Unión Africana se pronuncie con tanta dureza contra un proceso electoral en el continente, lo que permite entrever la escasa transparencia del proceso y su poca fiabilidad democrática. El propio Masra dimitió de su posición como primer ministro tras hacerse públicos los resultados, para ser rápidamente sustituido por Allamaye Halina, que fue embajador de Chad en China y cuya vieja posición permite entrever la nueva dirección que parece que tomará el gobierno de Mahamat Déby en lo referente a su política exterior. Chad, nación históricamente vinculada a Francia y que hoy se trata del único país del Sahel con tropas francesas en su territorio, recientemente parece haber inclinado su balanza de intereses en favor de los países del Este, con especial atención a Rusia y China. Déby ya se reunió con Vladimir Putin en enero de 2024, momento en que ambos mandatarios expresaron sus deseos de estrechar las relaciones entre sus respectivos países.
Como ejemplo relevante para explicar esta aproximación hacia Rusia, el mismo día de la investidura de Déby se hizo público que las tropas rusas presentes en República Centroafricana habían mediado para reabrir la frontera entre ambos países (que llevaban más de una década cerradas). Igualmente, las informaciones publicadas por medios prorrusos indican que ya se están realizando operaciones militares conjuntas entre los ejércitos chadiano y centroafricano, siempre dirigidas a combatir contra los grupos rebeldes que actúan en sendos países y que generalmente buscan refugio en la frontera opuesta a donde actúan.
Igualmente, se espera una mayor aproximación entre Yamena y las juntas militares que gobiernan Mali, Níger y Burkina Faso tras la oleada de golpes de Estado acontecidos en la región en los últimos años. El 2 de abril de 2024, una delegación chadiana compuesta por el ministro de Economía, Planificación y Cooperación Internacional, Mahamat Assouyouti Abakar, y la ministra de Aviación Civil y Meteorología Nacional, Fatime Goukouni Weddey, visitó Niamey (Níger) y se reunió con el General Abdourahamane Tchiani, jefe de Estado del país desde el golpe de julio de 2023. Además, Abakar transmitió durante su visita la voluntad del presidente chadiano, Idriss Déby, de aumentar el partenariado con Níger en materia militar y económica. Esta misma delegación visitó en los días siguientes las capitales de Burkina Faso y de Mali, siempre buscando esa cooperación militar y regional que ha iniciado un rumor que preocupa en los despachos de París: la posibilidad de que Chad se integre en la organización de Estados conocida como Alianza de Estados del Sahel (AES), creada en 2023 por las juntas militares del Sahel y como contraposición a la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), cuyos vínculos con Francia son de sobra conocidos.
Y mientras esto ocurre, el pasado 25 de abril se hizo público que Estados Unidos retirará “temporalmente” a una parte de sus tropas estacionadas en Chad y que serán reubicadas en Alemania. Esta decisión, que acompaña a la retirada total de la fuerza estadounidense en Níger, vino después de que Amine Ahmed Idriss, jefe del Estado Mayor de la fuerza aérea chadiana, ordenase formalmente a principios de abril que Estados Unidos cesase sus actividades en la base aérea de Adji Kosseï. El motivo de esta decisión: que los norteamericanos no han aportado “las explicaciones necesarias” para justificar su presencia. Aunque las autoridades chadianas han asegurado que esta estrategia busca “un acuerdo más beneficioso para los intereses de la nación” y que se pretende conseguir un sistema de alquiler de la base “similar al que existe en el despliegue norteamericano en Yibuti”, la contundencia de las acciones y la reacción de Washington mediante la retirada de tropas muestra un cambio en las tendencias de Chad cuando se trata de su política exterior.
Cambiar todo para que nada cambie… ¿o cambiar lo de fuera para mantener idéntico lo de dentro? Esta es una pregunta válida a la hora de formularla y cuya respuesta podría obtenerse en los próximos meses.