Asustaban los leños del primero, pero más aún imponía el seco valor de David Galván. Vistaalfrente se llamaba el toro, aunque quien dio el paso adelante de verdad fue el torero en una faena vivida con demasiada frialdad, pero de sordo mérito. Ni un ‘me quito, me pongo’. El de San Fernando se alistó a la guerra de voluntario, dispuesto a morir por la patria taurina, aunque no se lo reconocieran. El del Torero le hizo una cruz en el capote ya en la salida y el milagro fue que el gaditano pasase al callejón con las carnes intactas. Porque la cogida se presentía por cada pitón. Latente el peligro desde que le concedió distancia y se lo dejó llegar...
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