La publicación de la novela El barracón de las mujeres (Espasa, 2024) de Fermina Cañaveras creó cierto alboroto en el mundo literario y también en el de la memoria histórica. En 2021, Cañaveras había publicado un libro titulado Putas de campo en la editorial Molinos con un éxito considerable aunque en una editorial pequeña. Seis meses después, quiso rescindir el contrato y publicar la misma novela ―según la autora con modificaciones y un título diferente― en el grupo Planeta. Y así lo hizo, en la editorial Espasa. Aparentemente, dicha novela está basada en la experiencia de Isadora Ramírez García, una española encerrada en el campo de concentración de Ravensbrück, donde la obligaron a ejercer la prostitución.
Sin embargo, pese a que la autora afirma que estuvo cuatro años investigando sobre ese lugar y que Isadora había existido en la realidad, hay quien le lleva la contraria. Entre ellos, el escritor Juan Bonilla y el responsable de la editorial Renacimiento, Abelardo Linares, quienes señalaron en la revista JotDown las incongruencias del libro de Cañaveras. A partir de ahí, comenzó una controversia que llevó a la escritora a decir que lo suyo era una novela, no un ensayo. “Es cosa conocida que en una novela cabe todo. Un diario íntimo o social, unas memorias, un conjunto de cuentos o una historia contada en versos alejandrinos pueden acceder a la condición de novela solo con presentarse por parte del autor o de la editorial como novela. Lo que no es aceptable es que una autora diga que es una historia real, que está basada en hechos reales y todo lo importante sea mentira”, dice el propio Linares a elDiario.es.
Si Isadora Ramírez nunca existió, todo el libro de Cañaveras es una invención contextualizada en el Holocausto, una ficción que puede contener trazas de realidad. Aún así, El barracón de las mujeres está catalogada en la web de la editorial Espasa como 'novela histórica'. ¿Es Historia o es novela? ¿Es legítima esa categorización? ¿Es suficiente que la trama de un libro se desarrolle en un momento concreto del pasado para que sea 'histórica'? ¿Qué entra dentro de ese subgénero literario y cuáles son sus lindes? Para Linares, en este caso la problemática se centra más bien en “los límites de la mentira”, sostiene, y no tanto en los del adjetivo 'histórico'. “Tanto la autora como la editorial Espasa han presentado la novela no como una novela histórica en general sino como el muchísimo más raro y valioso suceso de una novela ”basada en hechos reales“ y en ”personas reales“ cuando prácticamente nada es real”, afirma.
En un plano más general, el editor de Renacimiento considera que “en cuestión de libros hay de todo, incluso novelas prehistóricas que en realidad son históricas. Pero si alguien publicara una novela cuyo protagonista central fuese el general Francisco Franco y asegurase que su novela estaba basada en hechos todos reales y que en ella quedaba demostrado fehacientemente que Franco en realidad fue un extraterrestre procedente de una lejana galaxia… no estoy seguro de que fuera a ser catalogada como novela histórica”, asevera el editor.
El escritor Miguel Ángel Martínez del Arco recrea en Memoria del frío (Hoja de Lata, 2021) la experiencia de su madre Manolita del Arco, que estuvo 19 años en las cárceles del franquismo. En el libro aparecen, además de su progenitora, personajes reales como Heriberto Quiñones, Carlos Arias Navarro, Dolores Ibárruri, el doctor López Ibor, Julián Grimau o Luis Martín-Santos. La base de lo que se cuenta es real y la mayoría de los hechos relatados sucedieron en la realidad, pero el autor explica que lo que pretende es ser “un artefacto literario de ficción”. Asegura que si hubiese contado lo que sucedió de manera testimonial, como una relación de sucesos y eventos, el libro no hubiese tenido más de 50 páginas.
El proceso de documentación que llevó a cabo Martínez del Arco partió de dos ámbitos. Uno fue el recuerdo nítido que tiene de su madre y sus amigas: “En este sentido, la memoria es ‘fidedigna’, pero es sin duda un filtro múltiple: su propia manera de haber reelaborado sus vivencias, cómo me las han transmitido a mí y cómo yo las saco al exterior desde mi propia manera de entender la vida”, explica. Y, por otra parte, invirtió un año casi en exclusiva a investigar documentos oficiales a los que se puede tener acceso: “Archivos militares en los que están los expedientes de juicios; los archivos de los partidos políticos clandestinos en la dictadura, en especial el Archivo Histórico del PCE y el de PSOE; archivos concretos de algunas prisiones o de instituciones penitenciarias, de cementerios, de episcopados e iglesias, etcétera. Repasé o leí la bibliografía abundante de referencia, muy valiosa”, sostiene. A este respecto, el escritor quiere destacar que “los archivos del Ministerio del Interior siguen cerrados, vetados a la investigación, son una sima sin tratar”.
Si entendemos por ‘histórico’ un relato que se centra en acontecimientos del pasado, podríamos calificarlo como tal. Pero la novela trata una propuesta narrativa que es en sí misma contradictoria: se basa en biografías reales, pero entra en elementos que no son formalmente objetivos
Además, el autor de Memoria del frío visitó lugares de memoria –“que lamentablemente no están apenas reconocidos como tales”, apostilla– como las cárceles en las que su madre estuvo presa, las comisarías, los bares y los locales donde se reunió, las checas (centros de interrogatorio y tortura en la zona republicana) e incluso calles y las casas. “Finalmente, otra fuente básica fue el acercamiento a personas aún vivas que habían protagonizado algunos acontecimientos ligados a la resistencia antifranquista”, afirma.
Si se tienen en cuenta todos estos elementos ―una historia basada en hechos reales escrita a partir de testimonios y un proceso de investigación que incluye documentos oficiales y testimonios de personas que vivieron aquella época―, ¿nos encontramos ante una novela histórica? Martínez del Arco considera que, a estas alturas, es difícil poner fronteras a los géneros literarios. “Si entendemos por ‘histórico’ un relato que se centra en acontecimientos del pasado, podríamos calificarla como tal. Pero, por otra parte, la novela trata de una propuesta narrativa que es en sí misma contradictoria, y emerge desde ella: se basa en biografías reales, pero por otro lado transgrede los procesos meramente nominativos y entra en elementos que no son formalmente objetivos”, comenta. La interpretación de lo sucedido está hecha desde su sistema de interpretación del mundo, desde este momento.
La organización Escritores con la historia –a la que pertenecen María Vila, Luz Gabás o Inocencio Arias, entre otros– ha debatido sobre los requisitos que ha de cumplir una novela para merecer el adjetivo de ‘histórica’ en diversos coloquios. Su presidente, el escritor y periodista Antonio Pérez Henares, declara que “existe un cierto consenso en que es preciso respetar los hechos históricos y su ‘paisaje’ aunque luego se introduzcan personajes de ficción, pues al cabo se trata de una novela”. De hecho, señala que en algunas novelas la trama está protagonizada prácticamente por personajes inventados en un escenario histórico en el que también aparecen otros que sí existieron realmente: “Algunas de las más famosas como las de Walter Scott, autor de Ivanhoe, o nuestro gran Benito Pérez Galdós lo hacen. Lo que no puede hacerse es tergiversar los hechos. Otra cosa es la interpretación de sus antecedentes y consecuencias”.
José Luis Corral es catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza y escritor de una larga lista de ensayos y novelas relacionadas con la historia. Además, ha sido asesor del director de cine Ridley Scott en su película 1492 y ha sido galardonado con el Premio de las Letras Aragonesas 2017 y la medalla de Plata en el XXXIV Festival Internacional de Cine y TV de Nueva York, entre otros reconocimientos. En resumen: es un referente en la materia. Él sí tiene claros cuáles son los requisitos que debe cumplir una novela para merecer el adjetivo ‘histórica’.
“Primero tiene que saber recrear arqueológicamente la época, en el sentido más amplio. Es decir, que Napoleón, por ejemplo, no dirija las tropas con un teléfono móvil, que no haya tomates en la Granada del siglo XI o que Fernando el Católico no se suba la cremallera de la chaqueta”, explica. En segundo lugar, considera que una novela histórica debe saber captar el espíritu del momento en el que se emplaza la trama, es decir “que los personajes en la novela histórica actúen como personajes de su época, no como personajes del siglo XXI trasplantados a la Roma de Nerón. Eso es lo más importante”, indica.
Hay que saber recrear arqueológicamente la época. Que Napoleón no dirija las tropas con un teléfono móvil, que no haya tomates en la Granada del siglo XI o que Fernando el Católico no se suba la cremallera de la chaqueta
La lista de parámetros que debe de cumplir una novela para ser histórica continúa y llega al punto de la veracidad. “Yo no digo que sea histórico, sino que sea verídico. Es decir, no cambiar los hechos contrastados. Por ejemplo, si hay una novela escrita sobre la Guerra Civil española en la cual vencen las tropas republicanas y es derrotado el franquismo no es una novela histórica, sería una ucronía, una novela de historia fantástica, lo que es una contradicción en los términos” aclara Corral. “Para que sea un poema tiene que haber poesía. Pues para que haya una novela histórica tiene que haber novela e historia. Si no, es otra cosa”, sostiene.
Si se tienen en cuenta los requisitos que se han enumerado a lo largo del artículo, es evidente que en las librerías hay novelas disfrazadas para entrar en la categoría de ‘históricas’ pero que no lo son. Suelen tener imágenes de cubierta que las mimetizan con las que sí cumplen con las condiciones, títulos que evocan a épocas lejanas y tramas que pueden llevar a engaño.
José Luis Corral pone como ejemplo El Código Da Vinci, un libro que la editorial catalogó como ‘novela histórica’ cuando no lo es porque hubo muchas cosas que se recogen en ella que no ocurrieron. “En los últimos 30 años, el género ha tenido mucho éxito y en España la gente se apunta a un bombardeo, por eso la editorial puso lo de ‘histórica’”, apunta. Antonio Pérez Henares coincide con él en que hay muchos libros publicados que se presentan como novela histórica y no lo son, un fenómeno que se ha hecho más notable durante los últimos años. “Ahora al calor del éxito del género están proliferando como tales una especie de folletines de muy difícil encuadre y que nada tienen que ver con ella”, señala. El hábito no hace al monje y la cota de malla no hace histórica a una novela.