Si usted va a la escuela de San Jerónimo de Moravia verá una hermosa casa de madera, reconocida como patrimonio histórico y arquitectónico. Sin embargo, no podrá recorrerla por completo. En este momento tiene cintas que advierten de que no se puede pasar por algunas zonas. El corredor perdió su baranda y también varias de las columnas que dan soporte al edificio.
Esta construcción de madera, edificada entre 1932 y 1936, es una de las dos obras galardonadas por el certamen Salvemos Nuestro Patrimonio, del Centro de Patrimonio Cultural. Para su rescate recibirá un máximo de ¢125 millones.
La propuesta de restauración de los arquitectos María Paula Castillo Orozco, Felipe Hernández Gamboa y Rafael Venegas Arias pretende que los estudiantes y sus educadores tengan las instalaciones de la mejor forma para que puedan disfrutarlas y seguir aprendiendo. La propuesta es hacer de esta casa un salón de usos múltiples.
El jurado consideró que en esta propuesta también había un valor agregado: es para beneficio de la comunidad estudiantil de San Jerónimo y del cantón de Moravia. Además, es respetuoso del edificio patrimonial, plantea intervenciones concretas que respetan los criterios de restauración y el presupuesto es pertinente a la ejecución del proyecto.
El otro proyecto ganador es el edificio de la antigua Cooperativa Tabacalera e Industrial de Palmares, un edificio que data de 1947 y con una declaratoria como patrimonio histórico y arquitectónico de 1995.
Tiene un estilo propio de la arquitectura industrial, ejemplo de ello es la planta rectangular. También cuenta con algunos elementos decorativos modernistas, como las pequeñas marquesinas de concreto que protegen las ventanas y puertas de su fachada principal. Tiene cubierta de zinc y pisos de mosaico en varios colores.
Sus paredes son de concreto armado y mampostería de ladrillo.
Esta edificación busca ser convertida en un centro cultural. La propuesta fue presentada por el ingeniero civil Manuel Ledezma Cordero y el arquitecto Óscar Vargas Pardo.
El jurado del certamen consideró que su proyecto es de gran proyección para el desarrollo social y cultural del Occidente del Valle Central, al plantear una puesta en valor de un edificio representativo de la arquitectura agroindustrial costarricense, con un impacto simbólico y de gran potencial de crecimiento y transformación futura en beneficio de la comunidad.
Para designar a los dos proyectos ganadores, el jurado, integrado por cinco profesionales en Arquitectura externos a la institución, evaluó las propuestas según criterios como el cumplimiento de la normativa aplicable, la relación de lo proyectado con lo presupuestado, la conceptualización de la intervención y su impacto, la población beneficiada, y la sustentabilidad económica de cada anteproyecto concursante.