No hay que engañarse. Lo normal cuando la Real ha jugado en el campo del Barça ha sido salir escaldados, merecida o inmerecidamente, con marcadores cortos o sangrantes goleadas, ante equipos culé mucho mejores que éste y contra alguno peor. Pero este lunes ofrece una excelsa oportunidad para poner la segunda pica consecutiva en Barcelona, la quinta de la historia. Y además se trata de un duelo que es una fuente inagotable de motivaciones para los realistas. Un triunfo representaría el espaldarazo definitivo para acabar el curso con la moral por las nubes y en Europa League. Lo primero y fundamental es mantener una sexta plaza que ha sido de la Real durante 22 jornadas y que refleja bien su rendimiento en esta Liga. Pero hay otros alicientes para salir a la Montaña Mágica con los ojos inyectados en sangre, como la injusticia que representó el 0-1 de la primera vuelta, con gol de
Araujo en el descuento, después de que la Real sometiera casi hasta el 80’ a un Barça ninguneado y zarandeado hasta los cambios. Además, enfrente estará
Xavi, el de las risitas en el banquillo de Anoeta en el aquel inolvidable duelo en el que
Jagoba reivindicó el escudo realista. Además, está en juego el Zamora de Remiro, que es el de todos los realistas, ante
Ter Stegen, el portero habituado a convertirse en la reencarnación de Arconada, Lev
Yashin y el mejor
Casillas cuando tiene enfrente a la Real. Ganar es la mejor manera de rebelarse contra estos horarios infames e inhumanos de esta semana. Y, por último, es lo que querría
Mitxel Badiola, el técnico fallecido que mucho y bien debió hacer con semejante marea de muestras de dolor y consternación
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