Si el debate sobre Palestina e Israel ya resulta de entrada polarizador, la invasión de Gaza por parte del ejército israelí tras el ataque de Hamás del 7 de octubre no ha hecho sino reforzar las posiciones iniciales de los partidos. De todos ellos, el que ha mostrado mayor incomodidad por la situación en Oriente Próximo es Junts. La formación de Carles Puigdemont debe navegar entre dos aguas: el reconocimiento a la autodeterminación de Palestina y su tradicional reflejo en Israel al ver paralelismos entre el sionismo y el catalanismo.
Todo empezó con Jordi Pujol. El expresident mostró siempre gran simpatía hacia el sionismo y fue de las primeras autoridades españolas en visitar el país hebreo oficialmente. Lo hizo en 1987, solo un año después de que España e Israel establecieran relaciones diplomáticas (el primer viaje oficial de Felipe González a Israel no llegaría hasta 1991).
Israel también fue uno de los primeros viajes de Artur Mas como president en 2013. Sirvió para estrechar lazos económicos y comerciales. Según los últimos datos de 2022 de la Generalitat, las exportaciones de empresas catalanas a Israel se doblaron en la última década y llegaron a los 700 millones de euros.
Pujol expuso en 2011 su cercanía a Israel –aunque también criticó algunas de sus acciones más polémicas, como los asentamientos en Cisjordania– en el prólogo del libro 'Jordi Pujol i els jueus: Construir la terra promesa' (Pòrtic), de la periodista Anna Figuera. Según el expresident, las tesis empleadas por el sionismo para crear el estado israelí tras la Segunda Guerra Mundial podían ser “un referente para generar un sentimiento de nación en Catalunya que lleve a una defensa conjunta y social de las libertades”.
Pero ya entonces el expresident era consciente de las limitaciones de su planteamiento. “En Catalunya, los partidarios de Israel estamos más bien a la defensiva. Y así sucede en otros países europeos. La prueba es que los israelíes desconfían de Europa. Y en parte no les falta razón”, argumentaba Pujol.
Trece años después, el Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), el organismo demoscópico de la Generalitat, preguntó a los catalanes su opinión sobre la guerra en Gaza el pasado mes de marzo. Las respuestas constataron un mayor apoyo a los palestinos que a Israel. Si bien la mayoría de encuestados (38%) no se decantaba por ningún bando, el 34% declaraba simpatía por los palestinos, un 15% por ambos y solo un 6% únicamente por los israelíes.
Los datos por partidos de la encuesta resultaban reveladores: mientras el apoyo a los palestinos era ampliamente mayoritario entre las formaciones de izquierda, solo los votantes de Vox expresaban mayor simpatía por los israelíes.
Los votantes de Junts también expresaron una mayor simpatía por los palestinos (30%), aunque la mayoría no apoyaba a ninguno de los dos (34%). El 20% de votantes de Junts sentía simpatía por ambos y un 12% solo por los israelíes, el tercer porcentaje más alto después de los votantes del PP (19%) y Vox (31%).
Oficialmente, Junts defiende la solución de los dos Estados para resolver el conflicto, una vía cada vez menos plausible ante la escalada del conflicto y el ataque militar de Israel en Gaza. El partido, además, ha recibido pintadas en sus sedes en distintos municipios de Catalunya por parte de organizaciones propalestinas como Arran.
La difícil posición de Junts ante este debate se ha notado en el uso –o no uso– de determinadas palabras o expresiones por parte de sus representantes. Y también en su ambigüedad, cuando no directamente apoyo a Israel, en las resoluciones que distintas instituciones han votado en los últimos meses.
El último ejemplo ocurrió la semana pasada en el plenario del Ayuntamiento de Barcelona. Junts se abstuvo en una proposición a favor de reconocer el Estado palestino y solicitar un alto al fuego en Gaza y el respeto al Derecho Internacional. Lo mismo había hecho en diciembre con otra iniciativa “contra el genocidio en Gaza”.
La abstención se explicó, en palabras de la concejala neoconvergente Victòria Alsina, no en el contenido de la declaración sino en que, a su juicio, estaba pensada para “hacer propaganda de la agenda internacional de Pedro Sánchez”. Alsina empleó el adjetivo “terrible” para referirse a la actuación del Gobierno de Benjamin Netanyahu, si bien evitó hablar de genocidio o crímenes contra la humanidad.
Unos días antes, la recién elegida número dos de Junts a las elecciones europeas como independiente, la jurista y experta en Derecho Internacional Neus Torbisco, recibió varias críticas en X (antiguo Twitter) de usuarios acríticamente proisraelíes por argumentar, en el caso de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que “perseguir y denunciar el genocidio, lo cometa quien lo cometa, no tiene nada que ver con el antisemitismo”.
En el Congreso, Junts unió sus votos a PP y Vox para votar en contra en una proposición no de ley que instaba al Gobierno a suspender de forma inmediata el comercio de armas con Israel. Y en el Parlament, Junts intentó en octubre del año pasado que la Cámara enmendara la calificación de “apartheid” sobre el régimen de ocupación israelí en territorios palestinos, si bien retiró la iniciativa a cambio de aprobar una declaración, junto a los grupos de la derecha y el PSC, que reconocía el “derecho a defenderse de Israel de los ataques indiscriminados dentro de los límites del derecho humanitario y los tratados internacionales”. La brutal evolución de la guerra en Gaza ha hecho que la Justicia internacional acumule varios indicios de que Israel ha superado estos límites.