Treinta años después de aquellas ráfagas del entonces ruso Ugrumov (hoy un letón sesentón irreconocible que vive en Italia) que hicieron sufrir como nunca a Miguel Induráin en el Giro de 1993, el santuario de Oropa entroniza a otra leyenda del ciclismo, el incontenible Tadej Pogacar. Oropa es sinónimo de padecimiento de Induráin ante aquella máquina infernal que era el Gewis-Ballan, el equipo con el maillot más bonito diseñado nunca en la historia del ciclismo. Después de Ugrumov llegó Eugeni Berzin , el ruso que hizo hincar la rodilla a Induráin en el Giro de 1994. Oropa también es el escenario de la última exhibición de Marco Pantani, aquella remontada genial después de una avería en la bici que desembocó en victoria y luego en tragedia. En Madonna di Campiglio, un día antes de ser coronado como vencedor del Giro, un análisis de sangre decretó hematocrito alto y la eliminación del Pirata. Fue, en realidad, su tumba. Noticias Relacionadas estandar Si Ciclismo Pantani, 20 años de enigma José Carlos Carabias reportaje Si Veinte años sin el genio de Chava: el ciclista que hechizó a la afición José Carlos Carabias En el mismo santuario de moderna tradición ciclista, soltó las piernas Pogacar. Su liturgia única. El acelerón de pie en la bicicleta después del último esfuerzo de Majka, el tranco lleno de clase y watios sentado en la montura con algún optimista tratando de seguir su estela (esta vez el australiano O'Connor), y ese rabia contenida que lo eleva a las alturas. Dos puertos de aproximación, dos terceras con control del UAE (el equipo de los Emiratos Árabes), y el puerto de categoría especial en Oropa (11 kilómetros al 6,2 por ciento). No es el Angliru, ni el Mortirolo, sino un trazo medio italiano que hace daño situado en la segunda jornada del Giro. Pogacar tuvo un sobresalto inesperado, un pinchazo y una caída sin consecuencias al parar la bici. Luego expuso en cuatro kilómetros que la autoridad le corresponde, sin ninguna duda. Sin rivales a su nivel estratosférico, siempre máximo rendimiento, siempre a tope, ya llegará la retirada o la decadencia. O'Connor lo intentó sin éxito. Más prudentes fueron, manteniendo la distancia, Geraint Thomas, Cian Uijtdebroeks, Einer Rubio, Daniel Martínez o el español Juampe Lópe z, incrustado en ese grupo de élite. El viaje de Pogacar fundido con la montaña y el público respetuoso, también con los inconscientes que corren al lado de los ciclistas, lo depositó en el santuario con medio minuto sobre toda la tropa que lo perseguía. Su primera victoria en el Giro. «No hay muchos corredores que puedan decir que han ganado etapas en el Giro, el Tour y la Vuelta», se felicitó el esloveno con la maglia rosa en su espalda. «Ya tenemos el liderato, gracias al equipo, y ahora toca relax porque son días para velocistas».