“Sheinbaum ganó este debate”. “(Claudia) se mostró como la política claramente más experimentada”. “A Xóchitl (Gálvez) la vi mal, muy mal”. “¿Claudia se veía más presidencial? Sin lugar a dudas”. “Xóchitl lució nerviosa e inexperta… con poca solidez, con poca frescura”.
Todas las frases anteriores fueron expresadas por analistas en mesas de opinión de medios que claramente son adversarios de la 4T. Por supuesto, desataron la furia de quienes los han seguido fielmente y los han considerado sus voceros. “Carlos Loret está vendido al obradorato”, se llegó a leer en las redes sociales.
En el primer debate entre las dos candidatas y el candidato a la presidencia se enfrentaron cara a cara dos visiones de país: una llena de propuestas que plantea profundizar la transformación en curso y otra repleta de ataques y mentiras que pretenden justificar la vuelta al pasado.
Salvo en las cuentas alegres -acompañadas de encuestas patito- de Claudio X. González y una parte de sus fanáticos, el primer debate fue indiscutiblemente ganado por la doctora Claudia Sheinbaum.
La solidez, la experiencia, la congruencia son ingredientes que no se inventan de un día para otro. En el caso de Sheinbaum son resultado de una carrera política que comenzó en la lucha social y que a lo largo de décadas se desplegó en variadas batallas políticas y en el ejercicio del gobierno.
Del otro lado estaba una candidata que hace unos meses emergió como un “fenómeno” pero que ha ido tomando su verdadera estatura conforme transcurre el tiempo. Y eso fue lo que mostró en el debate: ataques sin ton ni son, mentiras, acusaciones sin pruebas, impericia, nerviosismo y más mentiras. El retrato, en suma, de una persona que ha hecho carrera política diciéndose ciudadana, aunque siempre en los terrenos del Partido Acción Nacional.
En el postdebate -que suele ser una batalla tan o más importante que el debate mismo- la candidata opositora comenzó su control de daños aun antes de que concluyera el encuentro, con campañas en las redes sociales, encuestas de empresas contratadas por ella y pretextos variados.
Para justificar su mal desempeño en el encuentro, Gálvez llegó al punto de culpar al INE e incluso -una mentira más- dijo que le cambiaron el formato sin avisarle. Los periodistas especializados han informado que las dos candidatas y el candidato tuvieron con anticipación el formato y la misma escaleta (el guión que indica temas y tiempos).
Aun con las limitaciones del formato, que obligan a una ensalada muy variada de temas sin que ninguno pueda ser abordado con profundidad, quedaron claros en el debate que en esta elección se enfrentan dos proyectos opuestos, como dijo la doctora Sheinbaum en el arranque.
En materia de salud y educación, por ejemplo, Sheinbaum planteó que se trata de derechos y que la obligación del Estado es garantizarlos y avanzar hacia su mejora. Gálvez, fiel a las convicciones de los partidos que la postulan, planteó modelos que proponen privatizar servicios: entregar la salud a los privados y, en materia educativa, propuso el sistema de vouchers, que ha fracasado en países como Estados Unidos.
Gálvez siguió su estrategia de seguir lucrando con el dolor ajeno y se hizo acompañar de familiares de víctimas. Esa jugada, que subraya el oportunismo de su campaña, fue rebatida, por ejemplo, por Patricia Duarte Franco, madre de uno de los pequeños que murieron en Hermosillo, Sonora, quien dirigió este mensaje a la candidata Gálvez: “Te falta mencionar a las y los niños víctimas de la Guardería ABC”. Duarte recordó que en ese caso prevaleció la impunidad porque Felipe Calderón decidió proteger a los familiares de su esposa involucrados. “Si vas a señalar, hazlo sin distinción”.
Pero quizá la estampa que mejor resume la discusión posterior al encuentro entre candidatas fue la ofrecida por una columnista, escritora de textos frívolos con cierto éxito, para quien el problema de Claudia Sheinbaum es que envidia el pelo lacio de Xóchitl Gálvez. Así su nivel de debate, así el pensamiento desquiciado en la derrota que ya sienten.