La inversión en España creció de media anual en el periodo 2021-2023 un 2,7% de media anual entre 2021 y 2023, por debajo de el PIB, que en la misma horquilla de tiempo avanzó a un ritmo del 4%, tal y como revela los datos actualizados de inversión y stock de capital analizados por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). El estudio detecta, asimismo, una reestructuración en la composición de las inversiones. Así, se ha producido un cambio en el peso de las ramas de producción, reforzándose la inversión realizada por los servicios privados y las manufacturas frente a la construcción, la energía y la agricultura, que pierden influencia.
De esta manera, la inversión en vivienda pierde peso frente a la no residencial. Mientras en los últimos años del boom inmobiliario la vivienda llegó a representar casi el 40% de la inversión total, en el periodo 2021-2023 su peso se ha reducido hasta el 29%. Por otro lado, la inversión no residencial, que ha crecido el 3,1% en 2023 y representa el 71%, es la relevante en la mayoría de las ramas de producción. Dentro de la no residencial, destacan los fuertes ritmos de avance de las ramas de servicios privados, tanto los avanzados –de intensidad digital alta o medio alta– como los tradicionales, y en la industria manufacturera. Ambos sectores experimentan los mayores crecimientos de las inversiones no residenciales, con tasas anuales del 4,8% y el 3,7%, respectivamente entre 2021 y 2023. En cambio, la inversión en servicios públicos crece un 2,1% y la de las ramas de energía (-1,5%), construcción (-3,7%) y agricultura, ganadería, silvicultura y pesca (-5,2%) retroceden.
La nueva composición sectorial de la inversión hace que ganen peso los activos intensivos en tecnología y conocimiento: la maquinaria, las TIC y los activos inmateriales. Por ejemplo, el crecimiento de la inversión en la industria manufacturera impulsa el cambio del modelo productivo al reforzar un sector que destina el 37,4% de sus inversiones a activos como la maquinaria; I+D y otros inmateriales (16,3%) o activos TIC (6,8%). En esa misma dirección, el análisis destaca la evolución de la inversión de los servicios avanzados, que ya representan el 33,8% de la inversión total y que se dirigen, en mayor medida, a activos TIC (33,3%), maquinaria (19,5%), I+D y otros activos inmateriales (16,3%). No obstante, pese a la importancia de estas transformaciones en la inversión, el reflejo de las mismas en la productividad sigue siendo modesto porque han de operar a través de la recomposición del stock de capital, y esta se produce lentamente.
Asimismo, el estudio señala que la recuperación económica iniciada en 2021 tras la pandemia no se refleja un comportamiento procíclico de la inversión, pues la formación de capital crece menos que el PIB en España desde 2020. Tras alcanzar en 2020 un nivel de esfuerzo inversor del 20,4%, cuando el PIB se contrajo de manera abrupta por la pandemia, en 2023, con el PIB creciendo un 2,5%, el esfuerzo inversor fue del 19,3%, es decir, inferior al del año anterior a la pandemia.
Un esfuerzo inversor en torno al 20% como el de los últimos años en España es algo más bajo que el de la mayoría de los países europeos (el promedio de la UE-27 se situó alrededor del 22% desde 2019), aunque es superior al de los países que más sufrieron la Gran Recesión (Grecia, Italia, Portugal). "El esfuerzo inversor del último decenio es muy inferior al alcanzado por nuestra economía durante el boom, cuando se aproximó al 30% del PIB, un porcentaje que se explica por la inversión en vivienda de esos años. El no residencial ha permanecido siempre por debajo del 20% y sus fluctuaciones han sido menores, ya que alcanzó el máximo del 18,5% en 2007 y en la actualidad se sitúa en el 13,7%", detalla.
En cuanto a la inversión bruta total en España, que incluye inversión pública y privada, alcanzó los 281.769 millones de euros en 2023, lo que supone un aumento del 2,8% respecto a 2022. El año pasado fue la inversión privada, que concentra el 90%, la que impulsó el crecimiento, con un aumento del 3,1%. Por su parte, la evolución de la inversión pública, que representa el 10% restante, fue algo menos dinámica que en los años inmediatamente posteriores a la covid-19, ya que el año pasado creció un 1,8%, frente al 3,9% de incremento en 2022, siendo la tasa media de crecimiento de estos dos últimos años del 2,9%.
Respecto al stock, España tiene acumuladas desde hace décadas unas importantes dotaciones de capital y el mantenimiento que exige dedicar una parte importante de la inversión a cubrir la depreciación. Ésta absorbe tres cuartas partes de la inversión bruta en la actualidad, lo que significa que, del total de la inversión realizada, solo el 25% constituye inversión neta y se destina a generar nuevos capitales, mientras que el resto sirve para mantener los ya existentes. Por tanto, es la inversión neta la que marca la evolución del stock de capital. La inversión neta cayó a la tercera parte del nivel alcanzado durante el boom al retroceder la inversión bruta tras llegar la Gran Recesión. Debido a esto, el stock de capital avanza lentamente desde 2007, pero, pese a esa ralentización, sigue aumentando y se sitúa en 2023 un 21,4% por encima del de 2007. De esta manera, la inversión neta en términos reales continúa por debajo del nivel de 1995, a pesar de que ascendió en 2023 a 67.330 millones de euros
"Aunque en el capital acumulado siguen siendo los activos inmobiliarios (no residenciales) los más importantes, estos dos sectores, los que más han crecido en inversión y en stock de capital, apuestan en mayor medida por los activos más productivos. Aun así, en perspectiva comparada con otros países, España sigue retrasada en cuanto al uso de los activos intensivos en conocimiento", concluye el estudio.