Hoy, Miguel Olid, el hombre que lo negó tres veces y acabó reivindicándolo, firma en el festival de cine de Málaga un documental muy honesto a un rebelde cachondo. A un tipo genial. A uno de los directores de cine más libres y salvajes de nuestra historia cinematográfica. A un sevillano que le hizo caso a Henry Miller y entendió que el arte no estaba reñido con hablar de sí mismo. Sino que, precisamente por eso, porque si eras honrado y no te hacías trampas al solitario, tenías sobrado conocimiento para hacer pasar por la pantalla verdades universales. Al fin y al cabo, todos compartimos emociones, certezas, angustias, fracasos y neurosis a precios más asequibles que el aceite. Ese tipo...
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