Tomando té No te preguntes por el gesto que recoja un adivinarse en el siguiente paladeo o que el tiempo vaya subiendo con su sombra. Ahora escucha al río, sigue en su refugio calmado, mueve tus dedos con las plumas de un ave femenina, clara en la caricia de la taza, y bebe sin pensar qué lucha, que guerreros desde el futuro o qué sonidos rasgarían sedas de la tarde. Sólo contempla, mientras te deleitas, cómo se desliza el atuendo de los árboles que aman tu casa, oye murmurar a los peces cuánta fugacidad, oye a tu soledad sentarse muy cerca y ofrécele otra taza. Bebed juntas, calladas, porque el tiempo no existe. Lichis en un cestillo. Qi Baishi (1864-1957) Lichis en un cestillo Procuro probar un bocado para cerciorarme que mi corazón agridulce aún está vivo y acepta leves porciones de vertiginosos momentos o ser una diosa que elige. Pero la pulpa que quisiera verter en mi garganta -jugo rojo animal, costoso jugo-, la carne del corazón que me captura crece en el pecho escapadizo de mi alcance y descubro que es mi sagrado corazón en ese ajeno pecho quien me llama. Ser diosa no es bastante, ni la elección, ni el agasajo ubérrimo de pequeños amores suaves entre los dientes con su grano ardoroso. Ser diosa no es bastante sin recobrar mi corazón que empuja un rojo desatino en otras vértebras. Sin recobrar mi corazón que gusta de residir distante con su robada vida.