Una combinación de factores ha colocado a Julio Garro, intendente de La Plata desde 2015 y candidato a una segunda reelección para completar 12 años de gestión ininterrumpida, en el ojo de la tormenta de la política platense. Esta situación era difícil de pronosticar si tenemos en cuenta que fue hace menos de dos meses que el abogado de 51 años salió airoso de las PASO, en las cuales su lista fue pegada a la boleta de Diego Santilli y Horacio Rodríguez Larreta, y venció en las internas de Juntos por el Cambio a su competidor bullrichista, Juan Pablo Allan - pese a que Bullrich, en La Plata, venció a Larreta. Es decir, el corte de boleta favoreció ampliamente a Garro.
Sin embargo, en paralelo con la situación de Juntos por el Cambio a nivel nacional, el triunfo, lejos de fortalecer al ganador de las primarias, pareció dejar más heridas que abrazos.
Por un lado, abundan las críticas a la gestión municipal, que no sólo provienen desde la oposición peronista. Los baches de la capital provincial ya se han convertido en un clásico del paisaje cotidiano. Ya resignados, los vecinos hasta les festejan los cumpleaños. En adición, factores como la oscuridad, la inseguridad y el deterioro del patrimonio urbano son otros de los reclamos que se repiten, y que no sólo afectan a zonas históricamente relegadas (como Los Hornos o Abasto), sino también al centro la ciudad.
Las inundaciones de fines de agosto evidenciaron falencias estructurales en la ciudad y también en el periurbano. Porque, claro, el municipio de La Plata no abarca solamente a la ciudad de las diagonales, sino también al Cordón Hortícola, la zona donde se producen alimentos para más de 14 millones de personas. En los últimos meses, organizaciones que nuclean a los productores venían advirtiendo la "dejadez por parte del municipio de La Plata con respecto al mantenimiento de las zanjas y los desagües". El diluvio de fines de agosto dejó cultivos bajo el agua, invernaderos anegados y familias autoevacuadas.
El objetivo de Garro no parece particularmente comprometido con la gestión local, sino, según reconocen en la esfera de la política platense, su búsqueda es por convertirse en el primus inter pares de los intendentes bonaerenses de Juntos por el Cambio. Pero ocurre que la cohesión de JxC al interior de la provincia no es tan sencilla de lograr. Hay intendentes PRO puros, pero también, sobre todo en el interior, hay muchos intendentes radicales de la vieja escuela, no tan predispuesto a sobreactuar antagonismos políticos y a prenderse en disputas provinciales y mucho menos nacionales. Esta tensión se materializó en los últimos días con un episodio que tuvo a Garro como protagonista.
El 26 de septiembre el actual intendente reunió en La Plata a intendentes de JxC, y de esa reunión salió un comunicado en el que denuncian que el gobierno provincial encabezado por Axel Kicillof desfinancia a municipios gobernados por opositores. El tuit con el que Garro comunicó la reunión fue bastante curioso: sostenía que eran 58 los intendentes reunidos, pero en las fotos sólo se veía a una veintena. Varios de los 58 intendentes que aparecían como firmantes del comunicado manifestaron no haberlo firmado efectivamente ni coincidir con el reclamo. Entre otros, tal es el caso de los intendentes Hernán Bertellys, de Azul; Javier Andrés, de Adolfo Alsina; y Facundo Castelli de Puán. Este grupo, de afinidad con la UCR, reconocen mantener una buena relación y una articulación fructífera con el gobierno de Kicillof. La jugada fallida de Garro despertó recelos y comentarios por lo bajo -y no tanto- en el cambiemismo bonaerense.
El andar sinuoso del Garro intendente y el Garro político encendieron últimamente la ilusión del peronismo de arrebatarle la intendencia. Desde ya que no es tarea fácil: los 4 puntos y medio de ventaja que sacó JxC en las PASO lo ubican, a pesar de todo, como el favorito para el 22 de octubre.