"Me encanta votar directamente a las personas, porque en los partidos hay mucha gente falsa", comenta un vecino de Escorca. Situado en plena Serra de Tramuntana, en Mallorca, en este pueblo las elecciones transcurren de un modo diferente. La localidad es uno de los mayores términos municipales de Balears pero, paradigmáticamente, uno de los que históricamente ha contado con un menor número de habitantes debido a su particular configuración geográfica, el terreno montañoso que lo circunda y el difícil acceso al mismo.
Mientras los visitantes se dispersan por los alrededores -cada año, la localidad recibe a aproximadamente un millón de turistas-, los vecinos, a cuentagotas, llegan al Ayuntamiento desde primera hora de este domingo para depositar su voto y forman inevitables corrillos. "Para ti no pasan los años", se escucha decir unos a otros. A los 164 ciudadanos (de un total de 187 censados) de Escorca con derecho a voto, la Ley Electoral les otorga una circunstancia especial: pueden votar a cuatro candidatos distintos independientemente del partido al que pertenezcan.
Y es que, por su tamaño, Escorca es el único municipio de Balears donde la elección de los concejales se realiza mediante listas abiertas. El artículo 184 de la Ley Orgánica de Régimen Electoral (LOREG) establece un procedimiento especial para la formación de los consistorios de municipios entre 100 y 250 habitantes, que cuentan con cinco concejales, entre los que se designa al alcalde. Se trata de una norma particular para pueblos pequeños que ofrece a sus habitantes mayor capacidad de elección política que la de los vecinos de los municipios grandes y establece que los partidos, coaliciones, federaciones o agrupaciones presentarán listas con un máximo de cinco candidatos.
Jacinto Rosselló, quien durante más de treinta años ejerció como juez de paz en esta pequeña localidad montañosa, acaba de votar y se junta, en la puerta del Consistorio, junto a otros de sus conciudadanos para departir sobre el día a día en el pueblo. Todo el mundo le conoce. "Soy la referencia del pueblo", comenta con una sonrisa. En declaraciones a elDiario.es, Jacinto señala que en las formaciones políticas, "sean de la rama que sean, hay muchas personas que no son viables y estropean un partido, y aquí eso no ocurre".
Mientras otros vecinos le saludan, Jacinto recuerda cómo en 1977, en plena Transición, comenzaron a llevar a cabo reuniones "a las que asistíamos todos" para elegir al alcalde del municipio. "Los curas mandaban y con la iglesia topábamos, pero a mí me empujaron dos curas para que me presentara por primera vez a alcalde", relata. Finalmente, escogieron a otra persona y a él lo propusieron ser juez de paz. "Todo el mundo nos conocemos y nos reunimos en alguna finca. Al final terminamos hablando de otras personas del pueblo", comenta mientras señala a un amigo: "Viene de Palma y no le encaja la gente de Escorca, porque hay muchos son payeses. Es un pueblo que vale mucho la pena", sentencia con cierto orgullo.
Al cabo de un momento, otro ciudadano del municipio acude a votar. Antonio Ruiz valora el hecho de poder votar de forma directa a los cuatro regidores: "Es importante conocer a la gente, porque al final ellos conocen cuáles son nuestras problemáticas". Señala que el pueblo es tranquilo y, en general, nunca se producen incidencias: "El único problema es que está muy diseminado, no estamos muy juntos. Yo vivo a un kilómetro y medio de aquí, aunque siempre es mejor esto y poder conocer a la gente que tienes al lado", recalca.
En Escorca tradicionalmente ha gobernado el PP por mayoría, aunque durante los años ochenta la desaparecida Unió Mallorquina (UM) fue la que mejores resultados cosechó. En los últimos comicios, los 'populares', con Antoni Solivellas como alcalde, han legislado en solitario -en las últimas elecciones de 2019 recabaron 97 votos, el 73,48% de los sufragios- y este domingo concurren de nuevo a las elecciones junto al PSIB-PSOE y El PI.
Solivellas, quien lleva doce años como primer edil, explica que en los años sesenta Escorca llegó a tener unos 600 habitantes y unas 75 grandes fincas "en las que se vivía y se hacía carbón y aceite". "Era una población muy activa gracias al trabajo agrícola y ganadero", comenta. Con el boom turístico de los años setenta, el municipio comenzó a despoblarse. "Ahora somos muy pocos habitantes y esto determina que se pueda votar de forma directamente a los concejales. Después, el pleno del Ayuntamiento, entre los cinco más votados, eligen al alcalde", señala.
Los potenciales ediles, identificados por las siglas a las que representan, comparten la papeleta y los votantes tienen que marcar con una cruz a los cuatro (o menos) que más confianza les inspiren, sean de la facción que sean. De esta forma, los cinco candidatos con más apoyos serán los concejales electos y los siguientes, los sustitutos ante posibles bajas. En caso de que haya empates, el azar de un sorteo decidirá quién es el elegido.
Uno de los aspectos que afectan al pueblo es la gestión del turismo. Al respecto, Solivellas recuerda que, en 2014, Escorca se certificó como destino de turismo sostenible y desde entonces trabajan "con una política equilibrada para regular los flujos de turismo y que éste sea más estable en los lugares más visitados". Entre otras medidas, el Ajuntament ha limitado el número de autocares que pueden desplazarse a la emblemática playa de Sa Calobra o a la cristalina Cala Tuent, para lo cual los excursionistas deben pedir hora a través de la página web del Consistorio. "Queremos turismo, porque es la industria más importante que tenemos. Pero este turismo nos tiene que servir para que haya un retorno a la economía local", abunda.
Como subraya, lo que el municipio recauda se destina al sector agrícola en aras a recuperar los olivos así como a la prevención de incendios forestales, entre otras cuestiones. "Esto es un poco la política que estamos aplicando desde hace una serie de años. Turismo regulado y, al mismo tiempo, con personal que controle que esta regulación se cumpla y sea efectiva".
El pueblo con la votación más participativa de Baleares, con el 0,02% de todos los electores llamados a las urnas en estos comicios en las islas, tiene uno de los mayores términos municipales del archipiélago, con un total del 2,79% del territorio. Aloja la cima del archipiélago, el Puig Major, a casi 1.500 metros sobre el mar, y el Monasterio de Lluc, cumbre católica de Mallorca.
Con los datos de participación de las elecciones municipales de las 14.00 horas, la afluencia de vecinos que han ido a votar en esta localidad mallorquina ha disminuido en comparación con los anteriores comicios: del 42,6% de participación que hubo en 2019 al 36% de participación que hay en 2023. En el conjunto de Balears, la participación en las elecciones autonómicas a las 14.00 horas alcanza el 33,70%, casi cuatro puntos más que en los comicios de 2019.