LA HABANA, Cuba. – Uno de los “trucos” con el combustible para proveer el mercado informal es el siguiente: a un auto estatal con capacidad para cargar 80 litros se le asigna por estos días solo la mitad de su tanque, es decir, 40 litros que deberán rendir por un tiempo determinado antes de volver a repostar —de acuerdo con las normativas actuales— pero el pistero en la bomba, por la izquierda, puede despacharle 70 litros a cambio de que el chofer le deje 10 a su favor.
En las empresas estatales los directivos saben del negocio ilegal pero no tienen más opción que aceptarlo si desean continuar moviéndose “libremente” como antes de la crisis. Así, con conocimiento del fraude, registran que recibieron los 40 “legales”, más otros 40 “ilegales” que supuestamente ha consumido otro carro de la empresa, pero este último hace años que ya no existe, aunque en los reportes oficiales jamás ha causado baja porque es uno de tantos “autos fantasmas” que en las empresas estatales continúan recibiendo combustibles y piezas de recambio que más tarde en buena medida terminan vendiéndose en el mercado informal.
Porque es ilegal y apenas es manejado por dos o tres personas dentro de una entidad estatal, es casi imposible saber cuántos de estos “carros fantasmas” continúan activos en papeles y, por tanto, cuántos están recibiendo combustible mediante el “truco”, pero siendo una práctica habitual en el sector estatal, se supone que sean unos cuantos miles en el país los que están recibiendo combustible. Este parque vehicular ―el real― existe no solo para sortear las limitaciones, prohibiciones y precariedades impuestas desde los organismos centrales y ministerios, sino que es (junto con las plantillas infladas y el cobro de “dietas” por viajes injustificados al exterior), una de las principales fuentes de lucro personal para directivos corruptos, que en el caso cubano se pudiera decir, sin temor a generalizar, son casi la totalidad de los que hoy existen.
Lo interesante de este “truco” ―no tan nuevo entre nosotros, aunque ahora, con la crisis, el más practicado en las gasolineras―, es que no solo demuestra una vez más la relación vital entre el mercado informal y las empresas estatales sino que, además, puede ofrecer respuestas a las preguntas que constantemente se hacen algunos “expertos” sobre la razón de ser de la “empresa estatal socialista” y sobre la terquedad del régimen en continuar “apostando” por ellas cuando son el más grande agujero negro de la economía.
En consecuencia, si los primeros días de esta crisis de combustible la mayoría en la calle se preguntaba qué pasaría con una mercancía que es casi imprescindible adquirir en los puntos de venta de CIMEX-CUPET, es decir, que implica demasiado riesgo almacenarla y comercializarla por intermediarios en el mercado informal como sucede con el pollo y el aceite, por ejemplo, ahora ya casi todos están convencidos de que, en cuestiones de contrabando (y en cuestión de horas) el mercado irregular cubano siempre encuentra el modo de autorregularse, enlazándose estratégicamente con la burocracia y la corrupción del sector estatal y ofrecer a sobreprecio el producto que sea.
No de puro chiste en las calles de la Isla se comenta cómo ese mismo mercado especulativo, indudablemente manejado desde el ámbito de lo estatal, va desplazando o ampliando su dominio de acuerdo con las circunstancias.
Así, antier fue (y continúa siendo) privilegio ser empleado en una TRD —tienda recaudadora de divisas— o ser agente de aduanas en el aeropuerto, más tarde ser cajero de un banco o una CADECA —para tomar la divisa de primera mano y revenderla allí mismo, convirtiéndose el establecimiento estatal en el primer escaño del mercado informal—, y ahora laborar en una gasolinera, a pie de la bomba, donde un litro de gasolina ha ido elevando su precio desde los 500-700 pesos (poco más de cuatro dólares al cambio oficial) hasta los 1.000-1.200 que pagan los desesperados a los choferes de las empresas estatales que venden el “excedente”.
Una vez más la crisis que afecta mortalmente a los privados ―esos que persisten en “prosperar” desde la pura ilusión del “emprendimiento”, en especial los taxistas y negocios que dependen del transporte para sus gestiones vitales― resulta solo en beneficio de unas empresas estatales que, a estas alturas del partido, ya todo el mundo sabe que no es la producción ni los servicios su razón de ser ―en tanto no producen nada, y se mantienen los bajos salarios y las malas condiciones laborales― sino ser el verdadero núcleo rector de un mercado informal, de una economía corrompida hasta el tuétano.
Incluso se pudiera decir, lejos del tono de broma, que la cubana, más que una “economía en crisis”, “afectada” o “golpeada” por estas, es en realidad una “economía de crisis”, es decir, un sistema que con toda consciencia las produce porque a fin de cuentas no solo lucra con las crisis, los desabastecimientos, los “bloqueos” sino que saca provecho político hacia lo interno, en tanto la “fidelidad” de una buena parte de los llamados “cuadros de dirección” corruptos, que dominan las estructuras burocráticas y el sistema de empresas estatales ―moviéndose constantemente entre los ministerios y las entidades que se les subordinan― se basa en la inmunidad que reciben del régimen. Se les tolera que sean corruptos mientras sean fieles, y así ha funcionado el “socialismo a la cubana” durante décadas.
Es por eso, incluso, que muchos de los “emprendimientos” que hoy, por ejemplo, prosperan entre Miami y La Habana, entre Europa y Cuba, resultan prósperos: precisamente porque existe una crisis endémica, de modo que sus ingresos aumentan en igual proporción a la profundidad de esa crisis.
Si no, preguntémonos ¿qué pasaría con todas esas empresas de envío, mercadillos de alimentos en línea y demás negocios de reventa si mañana la economía cubana diera por resuelta la crisis y comenzara a funcionar como una economía normal? Sin dudas, a unos cuantos, tanto “afuera” como “adentro”, esa posibilidad los pone muy nerviosos, precisamente porque su apuesta de “emprendimiento” o de “lucro” no es para una “economía en crisis” sino para un sistema retorcido que se sostiene en ellas.
Por tanto, esta nueva “crisis” ―la del combustible― posiblemente se extienda hasta que algunos por allá arriba (y por aquí abajo) encuentren otra con la que llenar a más velocidad sus billeteras. Y así como, ante la escasez de comida y medicamentos, surgieron las mipymes y mercadillos virtuales que venden a precios locos los productos “desaparecidos” de la red de comercio estatal, posiblemente muy pronto aparezca por ahí algún “nuevo actor económico” ofreciendo legalmente combustible a precios igual de “arrebatados”. Y ¡qué viva la crisis!
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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