Más de 60 millones de turcos podrán votar el próximo 14 de mayo en las elecciones presidenciales y parlamentarias, en las que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco) de Erdogan y sus socios de coalición del ultraderechista MHP intentarán retener su mayoría en la Cámara. La batalla de fondo será por la presidencia. En este escenario, Erdogan medirá fuerzas con el eterno líder de la oposición, Kemal Kilicdaroglu, cabeza visible del Partido Republicano del Pueblo (CHP), fundado hace 100 años por el padre de la patria, Mustafá Kemal Atatürk.
Seis partidos han unido fuerzas para medirse a Erdogan. Pese a las dudas iniciales con la elección del candidato, la denominada Mesa de Seis colocó en la línea de salida a Kilicdaroglu por delante de los alcaldes de Ankara y Estambul, a priori con más tirón en las encuestas. Este exfuncionario del Estado de 74 años que lleva 13 plantando cara, sin mucho éxito, al actual presidente cuenta con el respaldo del recién fundado Partido del Bien (İYİParty), de corte nacionalista moderado, así como del islamista Partido de la Felicidad (SP) y el Partido Demócrata, de centroderecha.
Es un frente diverso, amplio, en el que confluyen islamistas, conservadores, nacionalistas, laicistas, turcos y kurdos. Un frente anti-Erdogan que pretende recoser el país y que también respaldan de forma explícita los prokurdos del HDP, la tercera fuerza del arco parlamentario, perseguida por el Gobierno de Erdogan por sus vínculos con el proscrito Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
Kilicdaroglu está flanqueado, además, por antiguos socios del presidente. Destaca la participación del lado de la oposición del ex primer ministro y titular de Exteriores Ahmet Davutoglu, en calidad de jefe del Partido del Futuro. Otro perfil importante es el del economista Ali Babacan, quien fuera ministro en el gabinete del actual presidente, cuyo partido también integra el bloque opositor.
El candidato de la oposición ha prometido reconstruir las instituciones y revertir la deriva autoritaria de Turquía tras las dos décadas de Erdogan en el poder. De cara al exterior, siguen siendo una incógnita los planes de Kilicdaroglu. Aunque ha prometido reactivar las negociaciones con Bruselas para adherirse a la Unión Europea, ha garantizado al mismo tiempo que mantendría sus relaciones comerciales con Rusia a pesar de su invasión de Ucrania.
El país atraviesa una grave crisis económica. La inflación, desbocada, supera el 50% y muchos culpan de los datos a las recetas poco heterodoxas de un Erdogan que ha maniatado al Banco Central de Turquía para evitar toda costa cualquier subida de los tipos de interés. Tampoco ha contentado la respuesta del Gobierno a los devastadores terremotos, que afectaron en febrero a 11 provincias turcas y dejaron más de 50.000 muertos.
Erdogan ha sido señalado por la mala gestión de los operativos de búsqueda y rescate. Pero también, y sobre todo, por no haber tomado medidas contra las prácticas de construcción, el causante en última instancia de la caída de los edificios. Millones de turcos fueron testigos de cómo sus hogares quedaban reducidos a cenizas y una gran mayoría sigue sin tener acceso a una vivienda.
Los sondeos locales no siempre son fiables. Pero un informe de Euronews que analiza los resultados de 11 encuestadoras distintas muestran que, de media, el AKP recibirá el 32,8% de los votos, mientras que el CHP obtendrá el 27,6%, el HDP el 10,7%, el Partido İyi el 10,5% y el MHP el 6,5%. Esto da a entender que la alianza opositora va a superar en escaños en el Parlamento a la actual mayoría de Gobierno.
Las presidenciales, por el contrario, están mucho más ajustadas. Según una encuesta de abril de Metropoll, Kilicdaroglu obtendría el 42,6% de los votos, mientras que Erdoğan se quedaría en el 41,1%. En este sentido, la irrupción de Muharrem İnce, un antiguo socio de Kilicdaroglu, arrastra a algunos votantes del bloque opositor y aumenta la probabilidad de que los comicios vayan a una segunda vuelta. Ninguno superaría el 50% necesario para ganar a las primeras de cambio.
El tablero de juego, sin embargo, está inclinado en favor de Erdogan. El presidente controla prácticamente todos los resortes del poder. Tiene acceso a los recursos, tanto públicos como privados, domina la judicatura y dicta el relato de la mayoría de los medios de comunicación. Además, las purgas en el aparato de seguridad tras el golpe de 2016 le han permitido colocar a cuadros leales en la Policía y las Fuerzas Armadas.
Entre el bloque opositor se han extendido los temores de que se produzca un golpe de mano en caso de que los resultados no favorezcan a Erdogan. El ministro del Interior, Süleyman Soylu, describió la semana pasada las elecciones como “un intento de golpe de Estado por parte de Occidente”. Kilicdaroglu ha salido en respuesta: “No confiamos en absoluto ni en Erdoğan ni en el Alto Consejo Electoral. Por eso, llevamos año y medio trabajando para garantizar la seguridad en todas las urnas. No permitiremos que nos roben”.
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