En una nota anterior, explicaba que las proyecciones de ingresos para 2023 se realizaron tomando como base una recaudación tributaria para 2022 demasiado optimista, que no se materializó, por lo que los ingresos que se estaban percibiendo en los primeros meses del año, estaban por debajo de los aprobados en Ley de Ingresos.
Sin embargo, analizándolos ahora contra los percibidos el año pasado, también muestran una dinámica negativa, a pesar de que el INEGI sigue reportando que la economía mantiene un crecimiento positivo.
Es decir, si la economía sigue creciendo en términos reales, lo razonable sería esperar que los ingresos públicos también crecieran, junto con la economía, sin embargo, esto no está ocurriendo.
El informe de la actividad económica y las finanzas públicas al primer trimestre del año, reporta una importante caída en los ingresos presupuestales del sector público federal, de un menos 5.5% en términos reales con relación a los obtenidos en el primer trimestre del año pasado, caída que se reporta más pronunciada para los ingresos del Gobierno Federal, los cuales caen en 7.7% real, durante los primeros tres meses del año, a pesar del positivo desempeño de la economía.
Tanto los ingresos tributarios, como los no tributarios, acusan un decrecimiento en términos reales, de 4.3% y de 25.5% respectivamente.
Hacia el interior de los ingresos tributarios, la recaudación proveniente del ISR acusa un crecimiento negativo de 4.3%, mientras que el IVA se reporta decreciendo en un 6.4% real, caída que se explica en su totalidad por el escaso dinamismo del consumo nacional, ya que las importaciones siguen mostrando un crecimiento positivo.
Estos datos de recaudación que reporta la Secretaría de Hacienda, definitivamente que NO corresponden, o no se asocian, a una economía en crecimiento, ya que la recaudación tributaria siempre ha tenido una elasticidad PIB positiva, es decir, cuando la economía crece, los impuestos también, lo que refuerza la percepción de que el INEGI está manipulando el crecimiento real del PIB, mediante la aplicación de un deflactor inferior al real, que por ejemplo, en 2022, el deflactor aplicado por el INEGI fue de solo 7.1% cuando los precios al mayoreo, en promedio, crecieron casi 9%.
Ahora bien, si los ingresos están evolucionando por debajo de lo recaudado en 2022 y por debajo de los ingresos aprobados para este año, lo razonable, y lo conducente, es ajustar a la baja el ejercicio del gasto, por lo que el gasto programable presupuestal, acusa una reducción del 10.9% en términos reales al primer trimestre del año.
Por otro lado, considerando que el gasto en el servicio de la deuda está creciendo de manera importante, fundamentalmente por las mayores tasas de interés, lo que se refleja en un aumento del 37.4% a nivel presupuestal y en más 47.2% para los interese a cargo del Gobierno Federal, el 10.9% de reducción en el gasto programable, se reduce a solo menos 3.7% considerando el aumento en el pago del servicio de la deuda.
De tal suerte, el ajuste que se reporta en el gasto neto total, no es de la misma magnitud a la reducción en ingresos, (como se planteó en Pre Criterios para 2024) lo que se traduce en un mayor déficit presupuestal al programado para el año, y por ende, en un mayor requerimiento de deuda.
En este contexto, las declaraciones del Sub Secretario del ramo, en el sentido de que no se va a reducir el gasto en 2023, plantean dudas adicionales, ya que los documentos oficiales proporcionan otra versión, de recortes al gasto en una magnitud similar a los menores ingresos.
Se perfila, entonces, un cierre de sexenio agitado, para las finanzas públicas.