Un amigo portugués, un tanto amigo de las teorías conspiratorias, me cuenta que fue su país, aliado con España para conseguir el Mundial de fútbol, quien tuvo la idea de embarcar a Marruecos para que la candidatura conjunta de los tres países fuera imbatible.
El Mundial ampliará sensiblemente el número de naciones participantes en la fase final, contará con doce grupos, lo que significa que se podrá contentar a los tres países con un número abundante de encuentros. Según cálculos sensatos en España se desenvolverían seis grupos y en Marruecos y Portugal tres cada uno.
Marruecos ha intentado ya unas cuatro o cinco veces ser país organizador, ha invertido en la construcción de estadios y lo sigue haciendo y en ocasiones ha logrado que importantes personalidades mundiales, en algún momento al parecer Felipe González, hagan campaña por su candidatura. En 2010 perdió como país africano con África del Sur y piensa que ha llegado el momento.
Mi conspirador, que pasa temporadas en España, me insinúa que nuestro gobierno se montó pronto en la invitación a Marruecos porque Pedro Sánchez podía venderlo a Rabat como muestra de nuestro nuevo talante hacia él, dándole a entender que con la ayuda española podría por fin acoger aunque sea parcialmente un Mundial.
La conclusión es un tanto aventurada. De un lado después del inexplicado, y para algunos inexplicable, regalo del Sahara no parece lógico que SÁNCHEZ tenga que hacer más obsequios a Marruecos. Su cambio de postura sobre nuestro antiguo territorio es el regalo del siglo para el rey Mohamed. De otro lado, los dirigentes marroquíes no son idiotas. Saben que tienen algo que ganar uniéndose a los dos países ibéricos, pero estos resultan quizás más aventajados, porque Marruecos cuenta con el apoyo de decenas de países africanos, lo que puede inclinar la balanza para derrotar la candidata rival que integran cuatro países iberoamericanos, y que según algunos tiene la simpatía de Infantino, jefe de la FIFA, envuelto ahora en varios procesos.
En resumen, tal como están las fuerzas en presencia el gobierno marroquí podría razonablemente argumentar que sobre el papel y aunque en las votaciones todo es posible, Marruecos está colaborando más en el éxito previsible de la candidatura que sus dos socios. El rey marroquí podría decir a Sánchez: “Pedro, ya te dije que te daría algo a cambio de que te cargases a tu ministra de Exteriores”.
Por supuesto que tarde o temprano nuestro presidente, que no vacila en pregonar que España lideró la salida de los que abandonaban Afganistán, y en dar a entender que también somos fundamentales en la ayuda a Ucrania, lo que da risa, no tardará en insinuar que la triple candidatura es algo que ha salido de su testa como ejemplo de su boyante e imaginativa diplomacia.
Es presumible que, si nuestra candidatura triunfa, la Final se juegue en España. Somos el mayor de los países y el que tiene mayor estructura turística. El nuevo Bernabéu estará pidiendo eventos. Sánchez no estará en la Moncloa, pero puestos a hacer conjeturas y si la cosa dependiera de él y no del Rubiales de turno, me pregunto qué decisión adoptaría si el voto catalán le fuera básico para unos presupuestos y le conminaran a que la final fuera a Cataluña, a un estadio incluso de menos empaque que el flamante de Florentino, so pena de no obtener el apoyo a sus cuentas y peligrar su estancia en el poder.
Es ciencia ficción pero resulta tentador imaginar lo que ocurriría. Quizás que el impactante Bernabéu se quedaría con dos palmos de narices.
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