La invasión rusa de Ucrania alteró hace un año el orden mundial, acelerando las fracturas de la globalización, e impulsó su refundación en base a una lógica de bloques con Rusia en la órbita china y Europa en la estadounidense.
La guerra aumentó la tensión y aceleró la marcha hacia la consolidación de grandes bloques alrededor de Pekín y Washington.
Asia Central, Cáucaso, Balcanes, África, Indo-Pacífico… Varias regiones son escenario de silenciosas luchas de influencia –económica, militar o diplomática– entre potencias como China, la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia o Turquía.
El conflicto debilitó por ejemplo la posición rusa en sus antiguas repúblicas de Asia Central y dio a Turquía grandes oportunidades diplomáticas.
Para el jefe de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, “todo es una arma: energía, datos, infraestructuras, migraciones”.
“Esta caótica recomposición es real, pero probablemente transitoria”, estima Pierre Razoux, de la Fundación Mediterránea de Estudios Estratégicos (FMES).
“Mecánicamente, el final de la guerra verá un debilitamiento y un desgaste de Rusia y de Europa. Los dos grandes vencedores podrían ser Estados Unidos y China”, resume a la AFP.
¿Esto implicará una división total del mundo? En el contexto actual, países emergentes como Brasil o India intentan aparecer como potencias de “equilibrio”, evitando alinearse claramente.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, aboga incluso por crear un “grupo de países” para “poner fin” a la guerra en Ucrania, iniciativa que propuso a sus pares de Estados Unidos y Francia, y espera plantear al chino Xi Jinping.
China, que se ve primera potencia mundial en 2049, se pregunta, al igual que Estados Unidos, cómo inscribir esta guerra en su agenda.
Pekín apoya a la Rusia de Vladimir Putin, aunque intenta que su posición aparezca como aceptable por los occidentales.
Un informe de los servicios secretos de Estonia, exrepública soviética y miembro de la UE, califica de “error” considerar el “apoyo reducido” de Xi a la guerra de Putin como una “muestra de distanciamiento”.
Aunque Pekín no ayuda a Moscú como Washington lo hace con Kiev, “la relación económica se reforzó”, apunta Alice Ekman, experta sobre China del Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión Europea (EUISS).
Pero Rusia, con un mayor arsenal nuclear que China, corre el riesgo de verse relegada al rango de potencia subordinada.
“Rusia no está en posición de negociar con China, que tomará lo que quiere de Rusia y no le dará lo que desea”, como armas o algunos componentes, estima Agathe Demarais, responsable de pronóstico del Economist Intelligence Unit (EIU).
Para Razoux, “para evitar un vasallaje económico y estratégico”, Moscú apuesta por “diversificar sus relaciones geopolíticas, económicas y estratégicas: Turquía, Oriente Medio, Irán, África”.
La UE está en una encrucijada. ¿La guerra le permitirá reafirmarse como un tercer actor importante o la relegará a peón de Washington?
“Europa mostró su capacidad de resistencia, de reacción veloz desde el inicio de la guerra, en el apoyo militar, a los refugiados, en reducir la dependencia energética”, apuntó un participante en las decisiones europeas de alto nivel a inicios del conflicto.
Juntos en el apoyo a Kiev, Europa quiere “reforzar la relación con Estados Unidos, pero se da cuenta que un día podría encontrarse sola” si el campo ultra-republicano y aislacionista gana en Washington, estima Razoux.
Espoleada por sus miembros más atlantistas, que sólo ven su seguridad bajo el paraguas estadounidense y la OTAN, la UE buscará reducir otras dependencias estratégicas como en materias primas críticas, semiconductores, alimentos, etc.
Para el investigador francés Bruno Tertrais, de la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS), los europeos se arriesgan a encontrarse contra la pared si no reaccionan.
“La relación entre Estados Unidos y China moldeará el siglo XXI”, profetizaba en 2009 Barack Obama, abriendo la vía al giro estadounidense hacia Asia, en detrimento de Europa.
La guerra en Ucrania representa “una distracción estratégica” para Washington, según Tertrais.
Además, el presidente estadounidense, el demócrata Joe Biden, debe buscar un equilibrio entre quienes quieren una “rápida” solución al conflicto y aquellos del Partido Republicano reticentes a enviar armas a Ucrania, según Giovanna De Maio, investigadora de la universidad George Washington.
Por otro lado, el caso de Ucrania permite prepararse para un eventual conflicto con China sobre Taiwán, recordó recientemente el comandante de las tropas estadounidenses en Japón, James Bierman, al diario Financial Times.
Las sanciones económicas impuestas por Europa, Estados Unidos y otros aliados de Ucrania a Rusia asestaron un golpe muy duro al ya debilitado librecambismo globalizado, impulsado tras la Guerra Fría.
Estas medidas “subsanan el vacío en el espacio diplomático, entre las declaraciones sin efecto y las intervenciones militares potencialmente mortales”, resume Demarais en su libro “Backfire”.
Decisiones como limitar el precio máximo del barril de crudo ruso adoptadas por el G7 y la UE provocaron así “el fin del mercado mundial”, apunta a la AFP Patrick Pouyanné, presidente ejecutivo de TotalEnergies.
Pero, al socavar la idea de un precio mundial, podrían tener otro efecto: permitir que India y China, que no imponen sanciones, compren crudo ruso a un menor costo, advierte.
Las restricciones a productos rusos recrudecen los golpes previos asestados al comercio mundial ya sea por decisiones proteccionistas en nombre de la soberanía o por factores exteriores, como el impacto de la pandemia de covid en las cadenas de suministro.
La guerra disparó los precios de tres elementos básicos para la humanidad -alimentación, calefacción, luz– en muchas regiones, de la África en desarrollo a la próspera Europa.
Esta “crisis del costo de la vida” ya se vislumbraba antes de la pandemia, apunta el Foro Económico Mundial en su último informe sobre los riesgos mundiales.
Aunque algunos gobiernos intentaron limitar sus efectos, 2022 estuvo “marcado” por “una oleada sin precedentes” de manifestaciones sociales, que desembocaron a menudo en protestas contra las autoridades, según un estudio de la fundación Friedrich Ebert, vinculada al partido socialdemócrata alemán SPD.
Oriente Medio y el norte de África, grandes importadores de productos alimentarios, son dos de las regiones más expuestas, máxime cuando los países más pobres tiene poco margen de maniobra financiera.
AFP