HARRISONBURG, Estados Unidos.- Este jueves resultó sorpresiva la noticia de que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo deportó hacia los Estados Unidos a 222 presos políticos. El suceso constituyó una réplica de una práctica utilizada por la dictadura cubana a lo largo de sus más de seis décadas.
Según un reporte de Radio Televisión Martí publicado esta semana, entre los 222 presos de conciencia excarcelados hay opositores, aspirantes presidenciales, activistas sociales, abogados, periodistas y hasta sacerdotes. Todos fueron trasladados de forma expedita a Washington, donde a su llegada recibieron un “parole” especial otorgado por razones humanitarias por el Gobierno, el cual se encargará de atender a estas personas.
Entre los escogidos estaba Monseñor Rolando Álvarez Lagos, quien se negó a ser deportado. Este viernes recibió una condena de 26 años de prisión acusado de cometer “traición a la patria”, lo cual también demuestra cómo la dictadura nicaragüense ha calcado procederes aprendidos de Cuba y cómo en ambos países, así como en Venezuela, el estado de derecho es una ficción jurídica.
En Cuba los familiares de los presos políticos aumentan sus reclamos en las redes y ante el Gobierno para que los más de mil presos políticos que hoy tiene el país sean liberados y lo ocurrido en Nicaragua ha potenciado sus esperanzas de que una solución semejante sea aplicada por el castrismo. Estas también se han potenciado luego de las recientes declaraciones de Monseñor Beniamino Stella a la prensa cubana y extranjera al término de una ceremonia de recordación del primer cuarto de siglo de la visita a Cuba del Papa Juan Pablo II, efectuada el pasado día 8 en el Aula Magna de la Universidad de La Habana y que contó con la presencia de Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
El cardenal Stella, quien fue nuncio apostólico en Cuba durante la década de los noventa, expresó ante la prensa: “El Papa desea mucho que haya una respuesta positiva, como se llame, amnistía, clemencia, las palabras pueden ser secundarias”. Y añadió: “La Iglesia ha manifestado en varias ocasiones este propósito de liberar a los presos políticos y el tema está ahí sobre la mesa, pero la respuesta no depende del cardenal Stella”, palabras que recuerdan que en diciembre de 2022 la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba pidió a las autoridades cubanas una amnistía para un buen número de presos como un buen gesto ante la cercanía de la Navidad, reclamo al que las autoridades cubanas hicieron oídos sordos.
Pero hay un tercer aspecto dentro de este contexto que también fortalece esas expectativas y es el lento pero continuo acercamiento diplomático que se aprecia entre la actual administración estadounidense y la dictadura cubana.
Todo ese ambiente genera la esperanza de que un acontecimiento similar al ocurrido en Nicaragua también suceda en Cuba, donde las posiciones con respecto a esa posibilidad son encontradas pues por el contrario de lo que opina Monseñor Stella con respecto al método que se utilice, no es solo cuestión de palabras.
Como dije, esa práctica no es novedosa y la existencia de condiciones favorables para que se repita avivan la esperanza en las familias cubanas interesadas y también en numerosas personas de buena voluntad, aunque dentro de los más de mil presos políticos cubanos hay algunos que han expresado públicamente su rechazo a esa posibilidad. Sea cual sea la vía usada para su excarcelación —si es que llega a ocurrir — la dictadura tratará de mostrarse generosa ante los presuntos infractores de la ley y tratará de recuperar en algo su imagen política, en estado calamitoso después de los sucesos del 11 de julio de 2021 (11J). Es decir, jamás reconocerá que ha sido el verdadero responsable de la existencia de tantos presos políticos en el país.
El citado reporte de prensa de Radio Televisión Martí también se hizo eco de las declaraciones del opositor Ángel Moya, exprisionero de conciencia del grupo “Primavera Negra”, quien afirmó refiriéndose a las declaraciones de Monseñor Stella que “eran una esperanza y un rayo de luz” y que prefería a sus compatriotas libres, no en las cárceles, opinión que también comparto. Moya fue uno de los 23 prisioneros políticos de la “Primavera Negra” que se negó a salir del país.
Moya también declaró acertadamente: “Hay que estar preso o ser familiar de un preso político para saber lo que se sufre. Ellos son los que deciden, porque son ellos los que están cargando el mayor porciento de esa Cruz. Y para los desmemoriados a conveniencia, les recuerdo, que desde que se implantó el comunismo en Cuba siempre hubo y habrá presos políticos y siempre el régimen comunista los ha utilizado como piezas de intercambio”, posteó el opositor en Facebook.
Lo lamentable de estos presuntos gestos magnánimos es que tienden a crear una pátina de olvido sobre lo que debe ser objeto de atención permanente por parte de las democracias.
En estos momentos Cuba es el país con más presos políticos en todo el continente, con 1 034 encarcelados, entre ellos algunos que fueron sancionados siendo menores de edad. Sin dudas debe ocupar un lugar nada prestigioso a nivel internacional en cuanto a este indicador, sobre todo si lo relacionamos con el total de habitantes.
En Cuba, Nicaragua y Venezuela la creación del derecho ha dejado de ser una actividad legislativa democrática para convertirse en otro engranaje destinado al reforzamiento del poder dictatorial. Muchos de los presos políticos de esas tres dictaduras no cometieron delito alguno.
La respuesta efectiva al abarrotamiento de las cárceles por razones políticas no se halla en una presunta acción generosa de las dictaduras que llenaron esas cárceles. La respuesta es eliminar la falta de democracia y acabar de instaurar un verdadero estado de derecho.
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