Podría pensarse que están ya acostumbrados a los galardones, porque no es el primero que reciben, pero el reciente IV Premio «Óscar Arnulfo Romero» que impulsan la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) y la Fundación SM, les ha colmado de emoción y agradecimiento a los alumnos y maestros del CEIP Melquiades Hidalgo del municipio vallisoletano de Cabezón de Pisuerga. Su proyecto «Déjame que te cuente. La fábrica de los derechos», les ha hecho protagonistas en la actualidad internacional. La directora del centro, Rosa Elena Román, y la maestra Arancha Vilor, que acudió recientemente a Santiago de Chile a recoger el premio, son todo sonrisas al hablar de la experiencia, que para ellas supone «mucho más que el dinero», los 5.000 dólares con que está dotado y que emplearán en mejorar su biblioteca: «Es el reconocimiento en el pueblo, en Castilla y León y España, el dar visibilidad al trabajo» que realizan. Su proyecto consistió en dar a conocer los derechos humanos a los escolares a través de los cuentos. «El objetivo fundamental es sensibilizar a los niños y descubrirles nuestro entorno y que conozcan las realidades de nuestro planeta, los derechos humanos, un tema tan candente hoy», asegura Arancha Vilor. La maestra explica que pensaron en cómo hacerlo y siguieron la estela de su dinámica de trabajo. Cada dos años elaboran un proyecto en el que vinculan las artes con derechos humanos. En 2017 obtuvieron el Premio Nacional de Educación para el Desarrollo Vicente Ferrer por su proyecto innovador «El Mundo a través de otros ojos. Educar en valores a través del arte». «Los cuentos son una herramienta estupenda porque nos dan a conocer el mundo de una manera muy accesible», comenta Vilor, que añade el trabajo de investigación previo que realizaron para elegir qué cuentos servían para el proyecto. Finalmente, los niños conocieron otras realidades como la de los Biblioburro que acercan la literatura a niños de las zonas rurales más recónditas en Colombia, la historia de la activista Malala Yousafzai, los refugiados o la explotación infantil en otros países . Rosa Elena Román también explica que «pensamos que es necesario educar y concienciar desde edades tempranas para el futuro, pero en el presente, porque los niños son agentes de cambio para conseguir un mundo mejor». Así, les muestran el mundo actual, «porque es necesario tener una buena mochila cargada de valores y fomentar el espíritu crítico, la empatía, la solidaridad, la corresponsabilidad, la implicación, el sentido de justicia, de paz», con historias a la medida de su edad. Esto les ayuda a resolver enfrentamientos entre ellos: «Desde que estamos trabajando estos proyectos, nos hemos dado cuenta de que se han reducido los conflictos, sobre todo en el patio, porque estos niños tienen una forma de pensar y de sentir ya muy trabajada», dice Román. Tanto Rosa como Arancha resaltan que «un ítem importante del proyecto es la implicación de todo el equipo docente, trabajamos todos a una», pero también las familias y las instituciones del pueblo: «El alcalde nos llama todos los días», comenta entre risas la directora. Dar voz a los sin voz Para Arancha, otro de los puntos destacados de haber logrado este premio entre 22 proyectos de 22 países no solo es sentirse ganadores, es haber viajado a Chile y «haber conocido proyectos que se están desarrollando en otros países y que me traigo para aquí», proyectos para «dar voz a los sin voz», como hizo Óscar Arnulfo Romero, arzobispo asesinado en San Salvador en 1980 precisamente por eso, por denunciar las violaciones de los derechos humanos. Hoy, después de varias décadas dedicadas a la docencia, de horas y horas destinadas a sacar adelante estas iniciativas, las maestras siguen hablando de un ingrediente fundamental en la educación: «El entusiasmo» y se sienten «muy emocionadas» por el mensaje que les ha enviado un profesor de Madrid, «al que no conocemos», dice Rosa, «y en el que nos daba la enhorabuena por el premio». Mientras, trabajan ya en otro proyecto sobre cine y dan vueltas a uno futuro relacionado con la música, «porque una vez que pones a trabajar la cabeza, ya no para; es muy peligroso», ríen ambas.