Inhabilitado o no, Juan Guaidó mantiene su camino de proyección electoral, hay demasiados indicios de que poco a poco más dirigentes y sectores opositores buscan ponerse a su alrededor, primarias o no. Estas mostrarán quién es el dirigente opositor con más apoyo, pero hay demasiada hojarasca, una mezcla variopinta y poco popular en la cual están desde María Corina Machado hasta ilustres desconocidos. Y Juan Guaidó.
En el caso del castromadurismo se da por sentada la candidatura y segura victoria de Nicolás Maduro. Pero, se advierte, podría haber sorpresas en un chavismo con grietas tras más de veinte años en el poder y un país con problemas económicos que no le creen nada. Ni a Maduro ni a su Gobierno.
Están los pocos que aspiran a sustituirlo, o piensan que con otro les iría mejor, para ellos –ni sabemos ni nos preocupa cuántos ni quienes son- Nicolás Maduro es negociable.
Están los que piensan más en su dinero y los que fueron sus objetivos de seguridad y disfrute en otros países, hoy inmovilizado por sanciones y riesgos, para ellos Maduro puede ser negociado. Y quienes ya estén viviendo en Estados Unidos, algo no chavista hicieron para poder tener vida sin cárceles ni juicios, si Maduro y el PSUV cuentan con ellos, deberían cambiar de ideas, Saab incluído.
Están los enemigos, los que están convencidos de que Chávez se equivocó, de que hay opciones mejores, para ellos Maduro puede ser negociable.
Y los decepcionados, los que sienten que han sido dejados de lado, por lo cual también están dispuestos a negociar a Maduro. Y los que se aferran a un chavismo rico pero incapaz que fue origen de todo lo que está pasando ahora, que con dinero y sin dinero piensan que ya es suficiente de Maduro, que llegó la hora de recuperar el poder y el país, piensan en Maduro como negociable.
Y no se trata de mí por ti, perfectamente puede ser mi por quien quiera que se ponga de mi lado.
La mayoría de las propuestas opositoras son, en novedades y demasiados conocidos, más de lo mismo, poca originalidad de una oposición que, como un bandoneón (nada que ver con Cristina Kirchner, que hace tiempo no camina por Boca) abre y cierra con aquello que decía un personaje de Por Estas Calles, “como vaya viniendo vamos viendo”. Con el régimen pasa igual, Maduro, Cabello y cuanto sujeto tenga algo de poder, siguen tratando de convencer de que están del lado correcto de la historia. El único de lado y lado, que sepamos, con potencial suficiente, pero prudentemente silencioso, es Juan Guaidó.
En el castromadurismo, nos gusten o no, hay sujetos capaces de presentar batalla al castromadurismo. Como Rafael Ramírez desde Europa, con dinero y gente. O Tarek El Aissami, con el apoyo musulmán, aunque se dice que está muy enfermo, no nos consta. O Jorge Rodríguez, quizás cargado de rencores, pero con su hermana en la Vicepresidencia del país, con experiencia, nivel universitario y clara inteligencia, que ha crecido entre tejes y manejes y acumula sonriente experiencia, ante Estados Unidos y la Unión Europea podría alegar su condición de parlamentario, veterano de altos cargos y jefe del diálogo por el lado del régimen. Entre sonrisas y discreciones, Rodríguez puede negociar cualquier cosa. Y aunque tenga resquemores, no parece mala opción.
O el Ministro de Defensa, eterno uniforme de exhibición, que habla poco pero tiene las armas en la mano, aunque es poco carismático, dicen que amigo de los rusos y los rusos están perdiendo. O el simpático y echón, pero con fama de eficiente Gobernador de Carabobo, quien ha tenido el coraje de reconocer vía redes sociales que paga las consecuencias de lo que no hizo, pero hará, y ése es un diferencial importante para cualquier político venezolano. Ha disminuido aparentemente su necedad de Drácula, está convenciendo a algunos opositores de que gobernará con eficiencia y sin comunismo –se dice en sectores populares que tiene a Valencia “como tacita de plata”- y a los castromaduristas de que es mejor opción que cualquiera de los rojos en la cúpula.
Diosdado Cabello, que tiene historia y posición para ser sucesor, insiste en su imagen de regañón e irónico, la fama que hace muchos años tuvo de eficiente, se ha esfumado entre mazazos y frialdad televisiva en la cual “no se habla mal de Chávez”.
Quizás sea por todo esto que Nicolás Maduro vacila entre 2023 y 2024 para convocar unas elecciones que presuntamente ya tiene ganadas, y que le avalarían 6 años más de poder. Lo mismo que podría estar fastidiando a algunos.
Nicolás Maduro podría estar pasando de candidato natural a piedra de tranca.