Cuando en marzo de 2020 todo el país se tuvo que recluir en sus casas por la pandemia, las paredes se encogían. El espacio en el que se supone que uno se siente más seguro, protegido y cómodo, en muchas ocasiones se volvió en nuestra contra. Los dolores de cabeza se multiplicaban y el malestar era habitual . La situación de estrés generalizado por la incertidumbre de la pandemia puso la salud mental de muchos españoles en la cuerda floja, pero el entorno en el que se pasó tanto tiempo encerrados, en gran medida, no ayudó. «El medio construido influye en nosotros mucho más de lo que nos imaginamos», sentencia el catedrático en psicología social de la Universidad Complutense de Madrid, José Antonio Corraliza. Es experto en la relación que existe entre el bienestar emocional y la arquitectura, algo que está mucho más presente de lo que pensamos pero, a ojos de la sociedad general, pasa desapercibida. «Todas las personas creemos que nos podemos adaptar a cualquier lado, y no es así», explica el profesor Corraliza, «al menos, no sin costes psicológicos». Y recuerda el confinamiento para ejemplificarlo: « Todo el mundo en sus casas creía que se encontraba bien, pero con el paso del tiempo empezamos a notar el peso de la arquitectura «. Cuando terminó la parte más estricta de la reclusión domiciliaria, »la gente salió disparada a buscar otras cosas, y se hicieron muchas obras en los hogares para reformarlos«. La entrevista de Corraliza con este diario transcurre durante su llegada a Santiago para impartir una charla en el ciclo 'La casa invisible', organizado por la Delegación de Santiago del Colegio de Arquitectos, que profundiza en estas cuestiones. Desde la ventana de su hotel, Corraliza hace fotos: «Esta vista es impagable. Entra dentro de los valores no monetarios que tienen las construcciones». El profesor es un fuerte defensor de renaturalizar los lugares en los que vivimos, y no solo nuestras casas, sino los espacios públicos que compartimos y en los que nos relacionamos . En los últimos tiempos se ha puesto sobre la mesa el Trastorno por Déficit de Naturaleza en los niños. Sobre todo en las grandes ciudades, es habitual pasar la inmensa mayoría del tiempo rodeados de piedra y hormigón. «Hemos estado creando entornos muy tecnificados con arquitecturas muy presentes y nos hemos olvidado de lo importantes que son los espacios al aire libre» para que los niños jueguen e interactúen con otros de su edad. Hay que alejarse del bullicio en las ciudades o, mejor aún, construirlas para que no lo emitan. Pero insiste el psicólogo: lo contrario del ruido no es el silencio —«el silencio puede ser tan molesto como el ruido»—, sino que lo es el «óptimo estimular». Como los jardines de la Alhambra, ejemplifica. En este sentido, asegura que « Santiago es un ejemplo de espacio público de muchísima calidad «. La »variedad estimular« que ofrece la capital gallega es positiva para el bienestar emocional: en apenas un centenar de metros, se encuentran la »plaza del Obradoiro, que es un escenario muy contundente« y la calle del Franco, mucho más estrecha y bulliciosa, »más dionisiaca«. Precisamente «en la variedad está el gusto». Y también hay que aplicarlo a los hogares: «La construcción es muy repetitiva, muy monótona». Volviendo al confinamiento, «una de las claves de aquel malestar era que todo sucedía en el mismo lugar». Por eso es importante dotar a los espacios en los que vivimos de cierta flexibilidad , «lugares que no sean restrictivos y que permitan hacer cambios». Un «recurso terapéutico» La fotografía, en lo que se refiere a arquitectura, no siempre ha traído cosas buenas. Las construcciones pueden ser impresionantes desde un punto de vista estético, dejando imágenes preciosas, pero por eso, últimamente, «estamos valorando la arquitectura de una manera muy superficial, cuando es algo mucho más complejo», explica Cristina Ansede, arquitecta y comisaria del ciclo de conferencias. «Hay muchas cosas no fotografiables» que se pasan por alto y no se valoran, cuando la realidad es que pueden ser diferenciales al repercutir en nuestra salud. Los diseños o construcciones mal planteados « no causan graves enfermedades, pero sí pueden contribuir a empeorar la ansiedad , los problemas para dormir o los dolores de cabeza«. Son cosas que »a lo mejor no pueden mejorar tu salud, pero seguro que sí la pueden empeorar«, añade el psicólogo. En resumen, «la gente no tiene en cuenta estas cosas, pero las sufre o las disfruta según que casos». El título de las conferencias, 'La casa invisible', también tiene que ver con eso: no son solo aspectos de la arquitectura que no se ven, sino que no son considerados por las personas. Los dos profesionales coinciden en que la psicología y la arquitectura están mucho más relacionadas de lo que, a priori, podría parecer. « Hay momentos en los que estás mal y no sabes por qué, puede ser que estés en el sitio inadecuado «, cuenta Corraliza. »La arquitectura también tiene que funcionar como un recurso terapéutico«, sentencia el profesor. »Tenemos muchos problemas que no los achacamos a las viviendas«, concluye la arquitecta.