En la campaña electoral del 27 de septiembre de 2015, la candidatura de Junts pel Sí y la de la CUP hicieron bandera de una especie de circuito que llevaría a Cataluña a la independencia en 18 meses. Siete años después, estamos donde estamos y, sobre todo, estamos como estamos: Artur Mas en la papelera de la historia por voluntad de los 'cuperos', Puigdemont y algunos de sus consejeros en Waterloo, otros consejeros y consejeras indultados después de pasar años en prisión, Quim Torra continúa tras la pancarta y varios cargos públicos con juicios pendientes por desobediencia. Por cierto, no es el caso de la expresidenta del Parlament de Cataluña Laura Borràs, a quien hay que presumir la inocencia, sin perder de vista que la Fiscalía la acusa de prevaricación y falsedad documental, delitos que nada tienen que ver con el denominado 'procés', como bien le han recordado ERC y la CUP, socios de investidura. Es un balance realmente decepcionante, al que podemos sumar las empresas que han trasladado su sede social fuera de Cataluña y el listado de empresas, que nunca conoceremos, que han decidido no invertir en Cataluña. Por no hablar de la división, no sólo entre los partidarios y los contrarios a la independencia, sino también en el seno del independentismo. El jueves pasado, entrando en el Parlament de Cataluña, los gritos de 'botifler', traidor y otros improperios ya no iban dirigidos a los electos de partidos no independentistas, sino que se lanzaban contra diputados y diputadas de ERC y la CUP. Visto el panorama y como en su día hizo Joan Coscubiela, me reclamo la antigüedad en esto de 'botifler' y traidor. Que la antigüedad es un grado que algunos alcanzamos hace años, cuando vimos que lo de la independencia en 18 meses era una tomadura de pelo. ¡Feliz verano! Ramon Espadaler es secretario general de Units per Avançar y diputado de PSC-Units