Ana Lucía Fallas, conocida en las redes sociales como AnaLu Romo, lo intentó todo para perder peso. Desde su niñez recibió burlas por su apariencia y, siendo adolescente, empezó a buscar maneras -que hoy reconoce no eran las adecuadas-, para dejar de lado esos que consideraba “sus kilos de más”.
No hubo “alternativa” que no intentara, incluso hace algunos años se sometió a una cirugía bariátrica (una manga gástrica para reducir su estómago) con la que perdió 45 kilos, pero luego del nacimiento de su segundo hijo volvió a su peso inicial: 130. La mujer, hoy de 29 años, pasó por una depresión post parto y un día, mientras se refugiaba en el llanto en un rincón de su baño, tomó una decisión que lo cambió todo.
Descubrió el camino que debía seguir, uno que ha transitado por dos años: perdió la mitad de su peso, 65 kilos, de una manera que resultó efectiva y noble con su cuerpo. Desde entonces su vida es otra… y su identidad casi que también.
La mujer, quien crea contenido en TikTok y cuenta con 350.000 seguidores en su cuenta principal, atravesó varias situaciones por no parecerse a la foto que aparecía en sus documentos de identidad. Incluso, al ir a renovar su cédula al Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), sus huellas dactilares no coincidieron y tuvo que llevar a sus familiares para que aseguraran que era ella.
A continuación le contaremos la historia de AnaLu, quien habló de su proceso y también de sus anécdotas. Asimismo, conocerá más detalles sobre este caso al conocer la versión de Luis Bolaños, Director General del Registro Civil, y también al consultar a Gerardo Castaing, criminólogo y exjefe de diversos departamentos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), sobre si es posible que las huellas dactilares cambien.
AnaLu Romo ha perdido 65 kilos desde que el 30 de julio del 2020 decidió que su vida iba cambiar. Un mes antes había nacido José Manuel, su segundo hijo, y ella atravesaba una depresión post parto.
Cuenta que luego de perder 45 kilos, tras someterse a una cirugía bariátrica, recuperó todo el peso durante el proceso de gestación y tras dar a luz. Para ella, quien siempre lidió con señalamientos por su apariencia y quien llegó a sentirse muy mal consigo misma, fue frustrante y doloroso. ¿Qué más podía hacer?
“Toda la vida fui gordita, siempre viví con sobrepeso y recibiendo bullying desde que estaba en el kinder. En el colegio hice mis primeros intentos para perder peso, conseguí unas pastillas famosas en ese tiempo, bailaba zumba y hacía dietas. Hice mis primeros intentos con todo: con geles, gotas, de todo, pero al final nunca nada me servía. Llegué a pesar 130 kilos y siempre incurría en lo mismo: lo mío era un tema de alimentación”.
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“Me hice la manga gástrica, recuerdo que mi historia se viralizó: perdí 45 kilos, quedé embarazada y volví a ganar todo el peso. Entendí que no había nada mágico, porque aún operada seguía tomando gaseosas y consumiendo azúcar (tras una reducción de estómago las personas tienen acompañamiento interdisciplinario, entre ellos, el de una nutricionista porque el éxito de la intervención requiere de alimentación balanceada y ejercicio). La doctora me decía que no tomara gaseosas ni azúcares líquidos como helados y yo, a los dos meses, lo estaba haciendo”, cuenta AnaLu, quien es maquillista profesional.
Cuando AnaLu se sometió a esa cirugía, padecía de hipertensión y tenía prediabetes.
“Caí en depresión cuando vi que recuperé el peso, porque la verdad nunca había estado tan delgada”, rememora la mujer, madre de Luna (5) y José Manuel (2).
Mientras se recuperaba de una dolorosa cesárea y sollozaba al sentir que ninguno de sus esfuerzos para “perder peso” habían funcionado, decidió intentarlo una vez más: esta vez sin pastillas, sin dietas severas o parches o geles; tampoco con liposucciones, como lo hizo sin éxito cuatro años antes.
Ana Lu encontró sentido en la idea de intentarlo poco a poco, comiendo de una manera balanceada y realizando ejercicio. En ese momento y durante su proceso entendió que en la disciplina encontraba amor propio.
“Realmente yo comía mal. Un queque de cumpleaños me duraba dos días en la refri, me lo comía completo. A veces mis tres tiempos de alimentación eran comida chatarra. Siempre supe que la mala alimentación era mi problema. Entonces quise empezar cambiando eso, bajando el consumo de azúcar y de harinas”, recuerda la enfermera de profesión y empresaria. Ella es propietaria de dos tiendas de maquillaje llamadas Romo.
Al inicio de su proceso empezó a sentirse bien, tenía más energía y un mejor humor.
“Luego de la manga gástrica yo sabía cómo me sentía estando delgada. Quería volver al momento en el que mi autoestima mejoró. Podía comprar ropa que me gustaba, no la que me quedaba, ya sabía cómo me sentía. Desde el primer mes de mi cambio de estilo de vida pude ver resultados. Tenía mejor humor, me sentía bien con la ropa, me sentía tan bien que decidí meterme al gimnasio, nunca en la vida me había metido.
“Me gustó. Me entrenó el dueño de un gimnasio en Jacó, que era donde yo vivía. Se llama Allan Ramírez y me gusta mencionarlo porque trabajó conmigo también a nivel de mente. Por dos años entrené de 5 a 7:30 am. A los seis meses había bajado unos 20 kilos y se ciñó más conmigo y mi proceso. Con ayuda de él perdí 50 kilos el primer año”.
La profesora de maquillaje, vecina de Alajuela, estaba motivada, aunque reconoce que en el proceso hubo momentos donde quería flaquear, decidió continuar firme y con determinación.
“Llegué a cambiar tanto mi alimentación que aprendí a comer de todo con medida. Al haber esfuerzo físico valoraba mucho lo que me comía. No me puedo comer un queque entero pero sí disfrutar de una porción.
“Este fue un proceso de altos y bajos: uno se cuestiona cómo permití que mi cuerpo llegara a tanto. Este proceso me cambió la vida a nivel psicológico, me dio empoderamiento femenino: ahora siento que me puedo comer el mundo. Es lo que le digo a mis seguidores: la vida cambia a nivel social, hay más seguridad, te desenvuelves y caminas diferente”, contó.
AnaLu siempre quiso ser la imagen de su negocio, pero se avergonzaba de su apariencia.
“Me sentía mal y fea. Pero luego adquirí seguridad y mostré mi rostro. Fui ganando seguidores y luego me hice maquillista”.
Actualmente, ella da clases de maquillaje en Jacó, Alajuela y San José. Además de sus saberes, AnaLu promueve el amor propio.
La vida de AnaLu cambió y su apariencia también: radicalmente. Esto le ha ocasionado algunos malos entendidos con oficiales de tránsito -sobre todo cuando la detenían en un retén de rutina- y dificultades en los trámites bancarios, pues durante su proceso de pérdida de peso ella no cambió sus documentos de identidad y su nueva imagen no se parecía a la foto de su cédula o licencia.
Cansada de lidiar con negativas de atención y con procesos engorrosos en los que tenía que convencer a todos de que sí era ella la que estaba solicitando el trámite, en marzo decidió ir a cambiar su cédula de identidad al Tribunal Supremo de Elecciones, sede de Alajuela. Jamás dimensionó lo que sucedería luego de realizar la diligencia. Ella lo narró en un video de TikTok.
AnaLu contó que al llegar a hacer el trámite al TSE, la foto que le tomaron no se parecía en nada a las imágenes de sus cédulas anteriores, algo que era esperable. Sin embargo, el asunto no se quedó ahí: ¡sus huellas dactilares tampoco correspondían con las antes registradas!
“Eso (de las huellas) se pudo deber a una mala lectura del lector”, dijo en el video de TikTok.
Ella continuó: “Sin embargo, la muchacha que me tomó la fotografía anotó una alerta porque no me parecía a la persona que ya estaba registrada y mis huellas dactilares tampoco concordaban. Se emitió una alerta al área de investigación de suplantación de identidad del TSE y me llamaron para decirme que necesitaba un familiar directo que hiciera una declaración jurada diciendo que soy la misma persona”.
Según la mujer, cuando la llamaron a pedirle el nuevo requisito, la persona que se comunicó le dijo que “era el primer caso en Costa Rica en el que ocurría que una persona no se parece en la foto y que tampoco concuerdan las huellas dactilares”.
“Se debe realizar una investigación porque la persona puede ser investigada por suplantación de identidad. Ha sido lo más curioso que me ha pasado con relación a mi cambio extremo de pérdida de 65 kilos de peso”, agregó en el video, que suma más de 267.000 reproducciones.
Luego de lo ocurrido, AnaLu acudió nuevamente al TSE, pero esta vez acompañada por su abuelita, de 75 años, quien llegó a asegurar que ella era su nieta. La adulta mayor fue quien la pudo ayudar porque en ese momento la madre de la maquillista estaba hospitalizada.
“Nadie me supo explicar qué fue lo que pasó con mis huellas”, dijo a Revista Dominical.
Hoy, después de que le negaran atención en los bancos o que oficiales de tránsito tuvieran que llamar a otros compañeros para juntos verificar que se trataba de ella, AnaLu tiene una nueva cédula en la que ella se reconoce y es reconocida.
Actualmente, AnaLu continúa con un estilo de vida en el que ha tenido acompañamiento psicológico, nutricional y deportivo. Le reitera a las personas que la única píldora mágica que existe es la de la disciplina y el esfuerzo.
“Hay que tener mucho amor propio. Esto no es fácil ni rápido. Me tomó dos años lograrlo, pero no es el final. Tengo que continuar”, confió AnaLu, quien también ha lidiado con comentarios punzantes en redes sociales cuando por alguna razón ha ganado algunos kilos.
Para ella, lo más importante es vivir de una manera que considera saludable y continuar siendo un apoyo y motivación para las personas que en su proceso la ven como inspiración.
Si quiere conocer más del día a día de AnaLu y de su trabajo como maquillista, puede seguirla en sus cuentas de TikTok @analuromo y @analuromo2, respectivamente.
Para conocer más sobre lo ocurrido con el caso de Ana Lucía Fallas, el director general del Registro Civil, Luis Bolaños, se refirió inicialmente a los métodos que se tienen en el TSE para comprobar la identidad de una persona.
“Además de la foto y la firma, tenemos los reconocimientos biométricos que se hacen a través de sistemas: dentro de esos están el dactilar y el facial.
“No soy experto en asuntos de comparación de huellas, pero el sistema cuando te rechaza es porque no comparó, no hizo match con la huella anterior”, comentó.
Bolaños continuó: “¿Qué pasa? Una persona puede perder mucho peso, pero el tema es que a la hora de presentar la huella puede que se coloque de forma tal que, en el grado de precisión dispuesto por el sistema, no la reconoce como similar a la huella anterior”, dijo.
El director contó que es posible que esto ocurra y que si bien no tienen demasiados casos en los que las huellas dactilares no coinciden, sí ha pasado.
“Hay gente que sufre lesiones, exposiciones a químicos, agricultores que trabajan mucho la tierra y llega un momento en el que la huella no tiene suficiente calidad para poder compararla (en esos sistemas)”.
Acerca de la posibilidad de que se creyera de que AnaLu estaba “suplantando su identidad”, él comentó que se hablaría de eso en últimas instancias, pues lo primero es hacer una investigación y buscar formas para identificar a la persona.
“Los casos en los que una huella dactilar no hace match pasan a una unidad de investigación en la oficina de análisis.(...) (cuando no hay coincidencias) podría hablarse de un caso de suplantación de identidad pero muy en el fondo, esto no se puede decir hasta hacer una investigación. No se puede empezar por un tema tan profundo. Se inicia con una investigación simple de la identidad de la persona”, explicó Bolaños.
@analuromo Suplantacion de identidad? #CambioExtreno #enlamira #perdidadepeso #kilosmenos ❤️????
♬ sonido original - Ana Lu Romo
El criminólogo Gerardo Castaing comentó que, tras una drástica pérdida de peso, pueden ocurrir cambios físicos, incluso a nivel de rasgos faciales, pero nunca en las huellas dactilares, pues son indelebles y quedan fijas en la persona desde los seis meses de gestación.
Ante lo ocurrido con Ana Lucía Fallas, el catedrático universitario y exdirector del OIJ, considera que lo que pudo suceder en este caso fue que la persona encargada del análisis de las huellas “no lo hizo de manera correcta”, que la mujer no era quien decía ser (que ya quedó demostrado que ese no fue el caso) o que ocurriera algo con el sistema biométrico en el que se colocan las huellas.
“La otra es que el sistema biométrico causa situaciones de difícil entendimiento. Una es que cuando se pone la firma en el panel, el soporte no es común, se acostumbra a firmar en papel, entonces la firma no sale bien. Otra situación que sucede es que las personas que ponen la huella están nerviosas y la pueden correr. Las crestas papilares pueden confundirse y puede haber una mala interpretación”, explicó.
Castaing reiteró que el cambio físico es posible, pero el de las huellas dactilares no.
“Las huellas dactilares son indelebles. (...) La pérdida de peso no va a influir en los dibujos dactilares, ni en el cambio de orientación de las crestas papilares. La huella (cambiaría) solo si alguien se arranca la piel de los dedos. Es la única forma. A veces la gente que trabaja con metales se les van haciendo lesiones, pero las mismas lesiones son identificativas”.
El especialista agregó que las instituciones que utilicen sistemas científicos para reconocer huellas dactilares deben asegurarse de que sean efectivos.