“Narco de Narcos” vivió tres semanas escondido en Alajuela hace 37 años, cerca del aeropuerto Juan Santamaría. Vino al país con joven que, con llamada, habría llevado a su detención.
Rafael Caro Quintero (69 años) vuelve hoy a ser noticia por su captura en México, pero, el narcotraficante también había acaparado títulos en medios del mundo cuando fue detenido en Alajuela, Costa Rica, el Jueves Santo de 1985.
“El Narco de narcos” vivió una vida de lujos de tres semanas en suelo tico luego de su llegada el 17 de marzo de 1985 en vuelo privado desde México contratado al piloto costarricense Werner Lotz, por el cual habría pagado $10.000 de la época. La nave TI-AQM era pilotada por Lotz y Víctor Hugo Miranda y ella venían Caro y seis acompañantes.
Ellos eran José Albino Bazán, Sara Cosío Vidaurre, Violeta Estrada, Miguel Ángel Suárez, José Luis Beltrán y Juan Carlos Camperos. Sara Cosío era, según informes de la prensa, el punto débil del jefe del entonces Cartel de Guadalajara, con 32 años de edad. (De ella, puede ver detalles más hacia adelante).
Todos salieron de México desde una pista clandestina sin realizar trámites migratorios y lograron aterrizaron en el aeropuerto internacional Juan Santamaría. La nave se colocó cerca de la terminal y Lotz se retiró unos minutos, regresó posteriormente y trasladó el avión, con ellos a bordo, a un lugar más alejado, descendiendo todos sin haber pasado por las oficinas donde se revisan los documentos, según la versión que dieron los procuradores mexicanos que investigaron el caso.
Para el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), hubo irregularidades, pues el controlador de rampa sabía del ingreso de la aeronave, pero, al parecer, nunca lo comunicó a los funcionarios de Aduanas para que la inspeccionaran.
“Posteriormente, abordaron, tanto él como el resto de los pasajeros, un automóvil Mercedes Benz, que al parecer es propiedad del piloto, y en ese vehículo guiado por su propietario se trasladaron a la quinta (La California)”, dijo el informe de los procuradores.
Quinta La California era una lujosa casa, previamente adquirida por colaboradores del narcotraficante, ubicada a tres kilómetros al sur del Juan Santamaría. Tiene un área de 7.757 metros cuadrados y contaba con piscina. El mismo día que se detuvo a Caro, el 4 de abril de 1985, la propiedad fue invadida por precaristas.
En los pocos días que Caro Quintero vivió en Alajuela, optó por darse una vida de lujo, con amplio despliegue de gastos pecuniarios en fiestas, para lo cual alquilaba discotecas de las más renombradas. Se hacía acompañar de sus secuaces más cercanos, así como de la ‘secuestrada’ Sara Cossío Martínez, que había venido con él en el avión, y de sujetos de la sociedad costarricense, lo que le permitía realizar los contactos con los empresarios y comerciantes más renombrados”.
Así pasó sus días aquí, según el informe de la primera Comisión de Narcotráfico de la Asamblea Legislativa, rendido en julio de 1987.
Caro llegó a tener aquí durante su corta estancia cuatro propiedades valoradas en aquel tiempo en $1,9 millones: en San José de la Montaña, Bello Horizonte de Escazú, Vázquez de Coronado y en el lugar donde fue capturado.
En lo decomisado en la casa en Alajuela se encontró un arma de fuego, $300.000 en efectivo, joyas por un valor de $1 millón y dos vehículos de lujo.
En medio de esa vida de lujos, estaba también un valiosísimo lote de joyas, del que la Policía se incautó en su casa de La California.
Cadenas y anillos de oro, medallones con incrustaciones de brillantes, pendientes, gargantillas, pulseras en oro de 14 y 18 quilates, relojes Rolex en oro de 18 quilates, brazaletes forrados en brillantes y hebillas de oro fueron algunas de las piezas más valiosas.
La tercera parte de las 32 joyas volvieron a México en el año 2001.
Un arquitecto de ese país compró 11 de las alhajas en $150.000 (¢66 millones) a la Fundación Agustinos Recoletos de la Ciudad de los Niños, de Cartago, que las recibió tras una donación del gobierno de Rafael Ángel Calderón Fournier.
Otras 12 joyas fueron adquiridas en San José por una familia tica, dueña de una empresa distribuidora de materiales de construcción, que pagó ¢26 millones.
Sara Cosío Vidaurri, de quien Caro estaba perdidamente enamorado, era hija de Octavio César Cosío, exsecretario de Educación en Jalisco y también sobrina de quien fue gobernador de aquel territorio de 1989 a 1992, Guillermo Cosío. Con ella, compartía gustos por los centros nocturnos y restaurantes caros en Guadalajara, así como su carácter arrebatado y su amor por el lujo.
Sin embargo, pese a sus regalos extravagantes, la familia de Sara nunca aceptó el romance entre ambos. De hecho, cuando desapareció de Guadalajara, su familia denunció la situación como secuestro.
Pero, en Costa Rica, otra era la situación. La joven llamó mucho la atención en Alajuela durante esos días, pues vecinos contaron, en ese entonces, haberla visto recorrer el centro de la ciudad, sola, conduciendo un vehículo deportivo color rojo.
Las autoridades mexicanas intervinieron los teléfonos de la familia de Sara en Guadalajara para poder rastrear cualquier llamada que recibiera por parte del capo y que pudiera dar con su ubicación.
Una llamada el 2 de abril para calmar a sus padres e informarles que estaba a salvo le costó a Sara el fin del viaje a Costa Rica. En poco tiempo averiguaron la ubicación de la joven, y en cuestión de horas el Organismo de Investigación Judicial irrumpió en la finca. Eso ocurrió el 3 de abril, al amanecer, cuando el capo fue detenido y al día siguiente, Viernes Santo de 1985, un avión del Gobierno mexicano despegó con el “Narco de narcos” hacia México.
Lo que nunca se logró aclarar es quién o quiénes dieron el permiso para que Caro Quintero entrara tan fácilmente al país en ese entonces, cuando gobernaba Luis Alberto Monge Álvarez (1982-1986).
Una investigación realizada por diputados concluyó que sin duda habría influido una “autoridad política superior”, pero, no identificaron cuál. La comisión dijo que era de “la idea –aunque sin prueba para ello– de que Caro Quintero tuvo contactos con industriales y comerciantes” en Costa Rica.
Fernando Cruz Castro, actual presidente del Poder Judicial, era fiscal general de la República en ese momento. El 4 de abril de 1985 estaba de vacaciones en Puntarenas, cuando lo llamaron para preguntarle qué podían hacer con el capo mexicano Rafael Caro Quintero.
Asegura que al no haber razones ni pruebas en su contra, decidió entregarlo a las autoridades administrativas para que lo deportaran.
Cruz sostiene que fue objeto de críticas y cuestionamientos por su decisión, incluso, fracasó en cada intento de ser magistrado hasta que “las aguas se calmaron” y 20 años después logró su designación en la Sala Constitucional (2004).
El actual magistrado, en una entrevista con La Nación, el 12 de agosto del 2013, confirmó lo que se rumoraba: Sara Cosío no vino secuestrada. “El órgano especializado (OIJ) no estimó que fuese un secuestro. Sé por investigaciones, que ella nunca estuvo secuestrada”, dijo.
