El partido de Zamora dejó aliviada, quizá más que feliz, a la parroquia txuri urdin. El ‘once’ con meritorios y futbolistas que salían de lesión más el apagón y la niebla hicieron convocar a los fantasmas del pasado en la Copa, que
Imanol exorcizó adecuadamente al descanso, al que se llegó con 0-0 y cero ocasiones, con ’
Imanolina’ y dos voces bien dadas. Pero hubo realistas que sí salieron colmados de felicidad de la Ruta de la Plata:
Guridi, que volvió con una gran actuación y el gol difícil, el primero,
Turrientes, que demostró que está para más de lo que está jugando,
Pacheco, y, por supuesto,
Asier Illarramendi. El capitán levitó cual cadete cuando oteó su nombre en la pizarra, cuando vio que acabó su participación sin resentirse y cuando ayer se levantó de la cama con todo su organismo en orden. Es otro inicio, el enésimo, su eterna batalla contra los orcos. Es una lucha que en febrero cumplirá tres años. Desde que volvió a la Real, ya casi ha estado tanto tiempo entrando y saliendo de la enfermería y del quirófano que sobre el verde. A tres meses de cumplir 32 años, tiene entre ceja y ceja subirse a este tren, aunque su vagón haya descarrilado una y otra vez. Otros dieron el paso a un lado. Él persiste con su lucha. Ya ha matado al primer orco, el menos fiero; pero ahora viene el ejército liderado por
Azog, el profanador. Necesita comprobar que su cuerpo también va a resistir a un partido de Liga o Europa y él va a poder adaptar su ritmo al del equipo. Es un reto muy complejo, pero un sueño que quiere seguir abrazando. Ongi etorri. Si llega a ser o se acerca al que fue, refuerzazo.
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