Ha pasado más de un año desde que se presentara en Europa el pacto de migraciones y asilo, y pese a las múltiples alertas que las organizaciones sociales levantamos una y otra vez, parece que hablamos contra un muro. El Pacto ya avanzaba algunas líneas maestras como la normalización del uso de las detenciones, mayores devoluciones, procesos de asilo con menos garantías y basados en cálculos estadísticos, así como el refuerzo de la Europa fortaleza y de la externalización de la gestión de la migración en terceros países como Marruecos y Níger.
Mientras los países tomaban como referencia el Pacto para concretarlo en planes de acción, recientemente se filtraron los borradores de estos documentos de Marruecos, Túnez, Libia y Níger y, por desgracia, confirman nuestras preocupaciones: Marruecos y Níger seguirán ejerciendo de gendarmes de Europa en el Mediterráneo y en el Sahel a cambio de grandes cantidades de fondos europeos. Retorno a terceros países, refuerzo de la legislación nacional –que criminaliza en ambos países la movilidad irregular y los actores de la migración- y colaboración con agencias europeas (Frontex, Europol, CEPOL y EASO) son algunas de las acciones que se transversalizan en los planes que acabamos de conocer.
Además, Libia, escenario por excelencia de la violencia ejercida impunemente contra las personas migrantes y refugiadas, se mantiene como socio implementador de las operaciones de rescate, a pesar de las numerosas denuncias de violencia contra sus agentes. Túnez, por su parte, cobra un rol mayor en la prevención de la emigración irregular de sus ciudadanos y ciudadanas, así como el retorno de los mismos.
La apuesta por la movilidad por vías legales y seguras se reduce a los programas educativos (como Erasmus +) y de competencias profesionales, opciones que se ofrecen únicamente a los países del Magreb, y que ejercen una discriminación en clave socioeconómica hacia las personas que desean migrar.
La solidaridad y responsabilidad, lemas del Pacto, existen pero solo aplican en países del sur global. Europa se niega a responsabilizarse de las personas migrantes y refugiadas que llegan al espacio Schengen y refuerza los mecanismos de retorno y readmisión. Tampoco le importa el número creciente de muertes en el Mediterráneo (más de 2 000 personas en 2020 y más de 1300 en septiembre 2021) y en el desierto del Sáhara (incontables aunque se estima que superan las del Mediterráneo), provocadas por las políticas deshumanizantes, securitarias y criminalizadoras de la migración. Desoye también el impacto negativo en la resiliencia y los medios de vida que han tenido los programas de migración que ha financiado.
Hoy, día internacional de las personas migrantes, queremos volver a insistir en que necesitamos una política migratoria que ponga la vida y los derechos de las personas migrantes y refugiadas en el centro. Necesitamos una Europa comprometida con estos valores, la responsabilidad y la solidaridad. Necesitamos un cambio de paradigma en la gobernanza de las migraciones.