Similar a un balón sin aire, pareciera que después de que la actividad económica tocará más allá del suelo durante 2020, esta volvió a chocar con una serie de obstáculos que mermaron su alza.
Probablemente, algunos de los lectores consideren que todo esto ha sido consecuencia del COVID19. Es una opinión respetable, pero en lo personal he señalado en columnas previas que la pandemia sólo vino a recrudecer la situación económica del país.
Recordemos que, durante 2019, en México todavía no se había declarado la emergencia sanitaria y ese mismo año el Producto Interno Bruto (PIB) se contrajo 0.2% seguido de una abrupta caída de 8.2% al cierre de 2020.
Para darle la vuelta al acumulado referido y que éste resultara positivo o al menos tablas coloquialmente hablando, el crecimiento de 2021 tuviera que ser de 8.4%, cifras que no hemos observado desde finales de los años 70′s y principios de los 80′s.
Como referencia para los lectores más jóvenes que quizás no les tocó vivir en esa época, recuerdo que en el famoso error de diciembre el PIB se contrajo 6.3% en 1995, pero al año siguiente tuvo un repunte de 6.8%.
Cabe subrayar que, a comienzos del 2021, el consenso de economistas y analistas financieros coincidían en que México podría crecer por encima del 6%. Lamentablemente, estas expectativas se han ido ajustando a la baja.
Inclusive, para 2022 pudieran continuar dicha tendencia, dependiendo de un posible efecto adverso ocasionado por una posible cuarta ola de contagios como consecuencia de la nueva cepa omicron.
De hecho, existe evidencia factual sobre el impacto negativo que tuvo la tercera ola en el crecimiento del país observado al cierre del tercer trimestre del presente año.
En este contexto me pregunto y seguramente usted también, ¿Cuándo alcanzaremos niveles de crecimiento económico similares al promedio de los últimos sexenios?
Otra interrogante, que no pretendo responder, pero si poner sobre la mesa es si el dinamismo económico se ha visto menguado por el entorno, el equipo que hoy lleva las riendas del país, o bien por ambos factores. ¿Usted qué opina?
Me queda claro que, en ocasiones o caprichos del destino, las cosas no resultan como esperamos. Aunque considero que se ha dejado escapar una oportunidad de oro para retomar la senda del crecimiento (véase https://www.elfinanciero.com.mx/monterrey/angel-maass-tendremos-efecto-rebote/)
Solo espero que los resultados venideros definitivamente sean mejores, que dicho sea de paso ya hemos comenzado a vislumbrar algunos movimientos en las distintas esferas políticas.
Sin embargo, no puedo dejar de mencionar que seguramente el día que usted lea esta columna, el Banco de México (Banxico) decida incrementar una vez más la tasa de interés de referencia.
Más allá de la magnitud de la posible alza, por no decir que ya es un hecho, se pone de manifiesto que las condiciones han cambiado y como todo en la vida, habrá que adaptarnos a la brevedad posible.
Teniendo prácticamente el 2022 a la vuelta de la esquina, sólo nos faltará hacer el recuento del (d)año. A título personal, prefiero pensar positivo.
El autor es economista por el Tecnológico de Monterrey (Campus Monterrey) con máster en finanzas y administración, ambos grados por EGADE. Actualmente es Director de Estudios Económicos y Relación con Inversionistas de Grupo Unicco, aunque las opiniones aquí plasmadas son a título personal.
Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.