Galicia, a lo largo de los últimos 40 años, los que lleva en vigor el Estatuto de Autonomía, una «obra de ingeniería política excelente», ha pasado de ser una de las regiones más pobres de España a converger con el país y con Europa. Y, en ese proceso, puso este miércoles en valor el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, «no hemos creado ningún problema», «no hemos dividido a la sociedad», «no hemos crispado ningún elemento ni planteamiento ideológico», y no se ha «separado» a los gallegos, que se han conducido con el «rigor» que les caracteriza. Sin haber «alzado la voz», salvo para reclamar lo que le correspondía a la autonomía, que «paga lo que debe» y «no gasta más de lo que tiene». Como resultado, «junto con el resto de España», está «evolucionando de forma notable».
Feijóo se pronunció de esta forma durante la clausura institucional de la XXVI reunión plenaria de la Fundación Círculo de Montevideo, que este año ha elegido Santiago como sede y la Cidade da Cultura como epicentro de dos jornadas de debate y análisis; y 'El mundo en pandemia' como epígrafe genérico. Este miércoles, tras un martes articulado en torno a distintas ponencias, tocaba recapitular y llegar a conclusiones, y el broche le correspondió a Feijóo, quien accedió al auditorio del edificio Fontán cuando Felipe González -de quien recordó el titular de la Xunta que, en 1981, año de entrada en vigor del Estatuto, estaba «a las puertas» de asumir la presidencia del Gobierno- encaraba la recta final de su reflexión, la que cerraba una mañana en la que se escucharon hasta diez valoraciones de expertos, incluida, con rol de moderador, la del presidente de la fundación, Julio María Sanguinetti.
La democracia resiste
Feijóo ‘vendió’ marca Galicia ante una representación de voces autorizadas de Latinoamérica y España, entre las que figuraban Ricardo Lagos, expresidente de Chile; el magnate mexicano Carlos Slim; y Alberto Ruiz Gallardón, expresidente de la Comunidad y exalcalde de la capital de Madrid; al margen del citado González, quien al ver a Feijóo bromeó con la parte de su discurso que no había escuchado el mandatario gallego; y este, posteriormente, ironizó con que estaba de «acuerdo»... o al menos eso esperaba, al no haberlo podido seguir.
Tras unas dos horas y media en las que se habló fundamentalmente de pandemia y Latinoamérica, Feijóo citó el Estatuto de Galicia junto a otros dos hitos, la conformación de la Unión Europea y la transición en España, que puso como ejemplos de la «capacidad» de la política para lograr un «éxito incuestionable e incontestable». Tres jalones de las «mayores décadas de paz, libertad, prosperidad y bienestar» en el marco de una democracia que, advirtió, es «objeto de acechanzas de todo tipo». Pero que, pese a todo, ha «resistido», tanto frente a las «mareas populistas» como al reto, aún vigente, de la pandemia, ante la que, resaltó, se está «navegando con cierto éxito».
Eso sí, Feijóo advirtió de que, si bien es la «fortaleza» de la democracia, pese a sus «achaques», la que «justifica los zarpazos que recibe», «no se defiende sola», sino que han de asumirla los demócratas «en primerísima línea». «Peregrinar por el camino de la democracia siempre es un buen peregrinaje», resumió. Muy al hilo con un vídeo promocional que precedió sus palabras.
González y su pulla a la Agenda 2050
González, quien reconoció la dificultad en el contexto actual, para los políticos, a la hora de generar certidumbres, dejó lo que pudo leerse como una pulla a la Agenda 2050 del Gobierno de Pedro Sánchez, cuando comentó que lo que echa «más de menos en la política actual es que me definan proyectos de país en un horizonte temporal» relativamente cercano, «no para 2050, porque nadie se lo cree». «Hay que ser chino» para pensar de aquí a tres décadas, ironizó. «Estamos en una mentalidad de lo inmediato, occidental»; se trata de trasladar «qué quiere que sea su país dentro de 10 años».
Ruiz Gallardón alertó de que «no podemos tener Constituciones analógicas en sociedades digitales»; y aseguró que «el actual marco normativo nos deja a los ciudadanos indefensos». Pero rechazó por igual el liberalismo anglosajón y un intervencionismo férreo.
