No es una marca de caballa, se lo escuché a una señora bien, entusiasmada con Moreno Bonilla y sus meneos por el Congreso del PP de Andalucía, del sur: es nuestro Ayuso, proclamaba ufana.
No solo del sur sin más, es 100% andaluz, decía de él Núñez Feijóo, a su vez 100% gallego, que junto con Isabel Díaz Ayuso, 100% madrileña y, por consiguiente, 100% española y mucho española, arropaban al presidente andaluz. Este congreso parece alumbrar algo inédito hasta ahora, un federalismo o confederalismo de las derechas españolas. Y sin que se rompa España.
Eso y una exhibición de poder, el poder de ellos los presentes, que es mucho poder en España, frente a un Pablo Casado al que parecían señalar como ausente de poder y, por ende, indigente orgánico. De hecho, mejor que no hubieran venido ninguno de Madrid, decían algunos. Y la verdad es que entre la grey popular se esperaba con más entusiasmo que hubiera aparecido Cayetana con su libro que Teodoro García Egea con su libreta. Teo que te veo, se barruntaba en los pasillos, como decía Pedro Pacheco de la entonces alcaldesa de la cuna de la libertad.
Exhibidos los blasones y realizado el alarde, la primera impresión, viendo el programa de actos del Congreso -el prospecto-, es que se trataba de una Feria de Muestras; solo faltaban los gorritos del flan chino El Mandarín, las viseras del Cola Cao y los puestos de salchichas.
Entre los invitados algunos artistas de esos de bautizos y comuniones, como ya sentenció el filósofo de El Fontanal, Ruiz de Lopera. Y la fiesta-traca , con aires de caseta del Labradores. La foto de presidentes fue singular, con un Javier Arenas -el único que ganó al PSOE- alejado coreográficamente de Juan Ignacio Zoido. En realidad fueron una pareja muy unida, dando incluso grandes tardes de paddle. Su separación fue trágica, solo comparable a la de Bertín Osborne y Arévalo y, más reciente, a la de Los Chunguitos.
Al final, Moreno Bonilla, ha tenido que salir al quite de la soflama de Díaz Ayuso. No se enreden, ha proclamado, quizá refiriéndose a Ayuso y Casado. Una expresión adaptada muy mariana: los líos, esos líos del PP de los que huía con cierto donaire el presidente de la mayúscula y el punto. En realidad, ese enredo estéril no le es ajeno, pero sí muy inconveniente para esa imagen que pretende de estabilidad, paz orgánica (olvida Sevilla y Almería) y buen rollo para las próximas elecciones que masculla.
Pero claro, la Ayuso de España, que venia a vender su libro, le había lanzado al Ayuso del Sur su dardo, que era, además, un boletín de enganche a su causa. No seas marioneta del PP de España, decía, y, uno, claro, se pregunta ¿es que hay marionetas en el PP? Es decir, cristobitas, en su traducción vernácula sureña.
La Feria de Muestras también ha tenido sus ritos de iniciación. A destacar, el bautizo del niño Juan Marin. El neófito necesitaba un algo, un nosequé, frente a sus chivatos, Fran Hervías, la merienda popular anunciada y ya practicada. La verdad es que Ciudadanos se declaró comestible desde hace mucho tiempo y Moreno Bonilla no hace ascos ni está a dieta, es más bien omnívoro. Con su bautizo, con artistas especializados en picús de cuerpo presente, se ha vislumbrado la señal inequívoca de que sus destinos están unidos, al menos, hasta la noche electoral que venga.
La perra es que salga de esta un Moreno Bonilla moderado, con la inestimable colaboración de la prensa de cámara. Y hasta un andalucista sui generis. Para eso, le sobra Ayuso y le falta Feijóo. Pero los tres y un cuarto murciano de la escena del poder tienen en común, tras la moderación, su ideología real: desmantelamiento de la sanidad pública, lo mismo con la educación, y golpes de distinta naturaleza a lo público. Pero con mucha moderación. Una moderación que ha llegado a irritar a sus socios de extrema derecha, que dicen ya que en el PP sureño son como el PSOE y que se han montado en las estructuras heredadas del socialismo. Con su apoyo, cosa que no dicen. Será un enfado menor, sobre todo porque Moreno Bonilla no tiene tan fácil la mayoría absoluta y sabe, pero no lo dice, que su moderación tendrá que arriostrarse con consejeros de extrema derecha.
Su moderación, en este caso andalucista, le lleva al trampantojo de presentarse así y, al mismo tiempo, no mover un dedo por sacar de la Basílica de la Macarena a Queipo de Llano, el que ordenó el asesinato de Blas Infante. En esto, hay que reconocer que también han logrado parecerse al PSOE sureño.
En fin, que a este PP, moderado, trasversal y ligeramente andalucista, lo veo 37 años en San Telmo. Hay otra cosa, además, que tienen en común los cuatro barones y baronesa confederales del PP: tienen una oposición gabilonda.