Nadie nos educó sobre los protocolos de socialización: simplemente los incorporamos y nos parecen "naturales". La pandemia rompió con esas costumbres. Y ahora hay que volver a inventarlas.
Cuando saludamos a nuestro vecino en el ascensor tenemos dos posibilidades: la clásica "asentida" (una especie de media afirmación que se acompaña con una levantada de cejas) o si nos sentimos imbuidos de un profundo espíritu comunicacional, podemos preguntar por el clima o -ya entrando en niveles que bordean la intimidad- un "¿todo bien?".
Nadie nos enseñó a hablar con vecinos en el ascensor. Nadie nos educó sobre los protocolos que debemos seguir: simplemente nos socializamos de esa manera y nos parece "natural". Si nuestro vecino abriera la puerta del ascensor y nos diera un abrazo intempestivo con palmadas en la espalda, pensaríamos que: a) nos quiere mucho (poco probable) o, b) que es un comportamiento anormal.
La forma de interactuar entre nosotros son micro interacciones que tenemos internalizadas. En este sentido, Erving Goffman, uno de los padres de la sociología moderna, escribió un libro llamado "La presentación de la persona en la vida cotidiana" donde le pide prestado un marco de análisis al teatro. Todas nuestras interacciones están "guionadas", por así decirlo: saludamos al vecino porque se espera que lo saludemos, pedimos la cuenta con gesto de firma porque sabemos que el mozo nos va a entender. Hasta que llegó la pandemia.
Prácticamente de un día para otro, la mitad de los rituales que entendíamos como naturales desaparecieron: ¿saludamos con un beso? No: con un codo. No, mejor con un puño. No nos demos más abrazos. Hablemos de lejos. Distancia social y temor a estar cerca. Pero un día llegó la vacuna y lentamente las cosas fueron volviendo a la normalidad. Investigando lo que piensan y sienten las personas en América Latina, vemos que efectivamente, existen distintos perfiles frente a este tema.
¿Cómo saludamos a las personas que antes saludábamos con un abrazo, ahora que sabemos que ambos estamos vacunados? ¿Si vuelvo al abrazo, será invasivo? ¿Si no lo abrazo, seré mala onda? ¿Si le doy la mano, pensará que esto enojada? ¿Y si él me quiere abrazar? ¿Y yo quiero o no que me abrace? Happy birthday to all, pero no soplemos velas sobre la torta. Pedí tres deseos, pero cuando hayas soplado, todos -salvo tu burbuja- te daremos una palmada en la espalda. ¿Quién infló los globos? ¿Está vacunado?
El problema al que nos enfrentamos es que lo que antes veíamos como normal, no era normal, sino que simplemente era lo que teníamos internalizado. Y ahora que podemos volver al normal que era normal antes, nos damos cuenta de que "no era tan normal" y que no tenemos guión para el nuevo normal.
Como actores que se olvidaron la letra en una escena, nos quedamos sin guía para muchísimas interacciones sociales. Cada nueva interacción social que el control de la pandemia nos permite, hace que nos enfrentemos a "un nuevo baile", en donde no conocemos la música y el ritmo es indescifrable.
Pero no todo es confusión: es la oportunidad para escribir "nuevo guiones", inventar y crear "nuevos bailes" que -ahora sabiendo cómo es la fiesta- nos permitan disfrutar más, sentirnos más cómodos con los demás y hasta -quién sabe- tener una conversación interesante con nuestro vecino. Puño o abrazo. Barbijo en la calle (o no).
Como en todo, habrá perfiles. Los abrazadores seriales, los "barbijo para siempre" aunque pase la pandemia y muchos más. Empresas y marcas deberán comprender esta (otra) diversidad que se suma a los perfiles de consumo, si de verdad queremos conectar con las personas.