Desde hace años, el
FC Barcelona vive metido en un bucle de negatividad cada vez que sale de paseo por Europa. Desde 2017 se ha convertido en un clásico: no ha habido temporada desde ese año en que al menos haya habido un partido importante fuera del Camp Nou saldado con derrota por goleada y el problema es que últimamente el síndrome ya se ha trasladado también a los encuentros como local. Desde que el 14 de febrero de 2017 el PSG doblegó al Barça por 4-0 en París, en la ida de los octavos de final de la Champions League 2016-17, todas las debacles culés como visitante tuvieron un denominador común: recibir un gol del rival muy pronto, dentro de los primeros siete minutos de partido.
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