Si hay un torneo que ha cambiado radicalmente la dinámica del golf mundial es la Ryder Cup. Desde que en 1979 el Circuito Europeo decidiera abrir las puertas de las islas a los golfistas continentales, ni el PGA Tour ni el European Tour han dejado de crecer. Lo que durante cinco décadas había sido un paseo triunfal de los estadounidenses, con el consiguiente poco interés del público y los jugadores, se convirtió por arte de magia en el tercer espectáculo deportivo más visto del planeta (después de los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol). El motivo, evidentemente, se le debe a un mago del deporte como Severiano Ballesteros, que con su implicación y carisma consiguió que los europeos quebraran la racha negativa y que cada una de sus victorias se celebrara mucho más allá del aspecto competitivo.
Como si de un goteo se tratara fueron entrando jugadores de más países y eso es algo que nunca ha cesado; de hecho, en la edición que comienza mañana en Whistling Straits participarán por vez primera un noruego (Viktor Hovland) y un austriaco (Bernd Wiesberger). Pero lo que realmente transformó las cosas fue la aportación que los españoles tuvieron desde el principio. Evidentemente, de la mano del propio Seve en los años 80 y 90 y con el relevo de Sergio García desde entonces. De hecho, con el de Borriol como recordman continental en puntos ganados (25,5), la contribución hispana siempre ha sido fundamental: doce jugadores, 156 partidos jugados y 94 puntos ganados (60,26%).
Dobles parejas ganadoras
Siguiendo con los grandes registros, la mayoría de ellos estuvo protagonizado por la mejor pareja que se ha visto nunca en acción: la del propio Ballesteros y Chema Olazábal. Con el primero como mentor y el segundo como alumno aventajado, dejaron el palmarés en lo más alto: de los quince partidos que jugaron juntos solo perdieron dos, lo que da idea de lo temible de su asociación para los rivales. Por si fuera poco, su amistad llegaba mucho más allá de los campos de golf y con una mirada sabían interpretar sus estrategias y emociones. Fuerza ganadora.
Y, lo que es la vida, ahora la historia se repite. Si en esas dos décadas prodigiosas el dúo lo formaban un número uno y quien llegó a número dos del ranking mundial, en esta ocasión Jon Rahm ejerce de líder universal con Sergio García como antiguo aspirante al trono. El cambio es que en estos momentos el mentor es el segundo y el alumno el primero. «Siempre he sentido una gran admiración por Sergio y por todos los que me han precedido -comentó el vizcaíno- y para mí es un sueño poder jugar la Ryder Cup. Es el torneo por el que mis padres se aficionaron al golf y sin él yo no estaría ahora aquí». Por lo que respecta al levantino, no cabe ninguna duda de su implicación con esta prueba, pues participará en su décima edición y siempre ha manifestado que juega más a gusto por equipos que individualmente. «Aunque estoy muy orgulloso de ser el europeo con más puntos ganados, no engaño a nadie si digo que cambiaría esa plusmarca por un nuevo triunfo europeo. Para mí lo importante es el bloque, no mis logros personales», afirmó.
A partir de mañana se verá si Padraig Harrington, el capitán del viejo continente, se decide a ponerles juntos o prefiere que cada uno forme pareja con otros compañeros. En su contra tienen que nunca han sido pareja, pero eso no supondrá ningún problema. Ahora tienen una amistad que han ido consolidando con el tiempo y el respeto inicial que se tenían se ha convertido en admiración mutua. De hecho, en el último playoff de la FedEx de este año, en el que compartieron partido, disfrutaron de una gran jornada y se vio una chispa que puede ser crucial para los europeos. Está en Harrington saber aprovecharla.