La antipatía que España sentía por Isabel I aumentó notablemente en 1585, cuando llegó a la corte de Felipe II la noticia de que el temido Francis Drake y su flota habían desembarcado en Galicia. El objetivo del pirata inglés era sembrar el pánico y robar todo lo que pudiera a los locales con el beneplácito de la Reina de Inglaterra, tal y como había estado haciendo desde que, con tan solo 13 años, se lanzó al mar junto a su primo segundo John Hawkins.
Desde ese momento aprendió el dudoso y rentable arte de atacar los puertos españoles aprovechando las deficientes defensas y el lucrativo negocio del contrabando de esclavos. El corsario más famoso del siglo XVI acabó mandando su propia compañía y continuó enriqueciéndose con los saqueos que realizaba al entonces Imperio de Felipe II. La Reina Isabel estaba tan contenta con los resultados y el dinero recaudado que, el 4 de abril de 1581, se subió en persona al buque insignia de Drake y le nombró caballero. Así legitimó aún más sus acciones y le convirtió en un marino respetable con asiento en el Parlamento.
Cuando llegó a La Coruña en 1985, sin embargo, el corsario y sus hombres no mostraron la más mínima diplomacia. Destrozaron imágenes religiosas, maltrataron a los clérigos de la ciudad y capturaron numerosos rehenes y barcos españoles. Un mes después llegó a Madrid un ministro principal del Rey que lamentó «profundamente que la Reina de Inglaterra haga la guerra de forma tan descarada y deshonesta sin que nosotros podamos vengarnos». Las incursiones de Drake continuaron en Canarias, en las islas de Cabo Verde y, por último, en el Caribe, donde saqueó Santo Domingo, Cartagena de Indias y San Agustín en La Florida.
El documento inédito
Todos estos ataques son de sobra conocidos, pero lo que no supimos hasta muchos siglos después fue el tremendo impacto que tuvieron en la opinión pública y en la propio Monarquía. Este hecho fue revelado por un documento incluido en la Colección Altamira de la Hispanic Society of América de Nueva York que se descubrió en 2013. Según el texto, fechado en julio de 1586, a Felipe II le llegaron al palacio de El Escorial los rumores sobre el miedo y la indefensión que parecía estar mostrando España con respecto a las continuas incursiones del pirata:
«En Madrid se habla muy sueltamente sobre los daños que ha hecho el inglés Francisco Draque [en referencia a Drake]. Con palabras muy descompuestas y desordenadas, se da a entender que no se ha puesto el remedio que se debería, lo que hace sospechar que ha puesto de mal ánimo a los vasallos, [por el hecho de] no mirar con la gran prudencia y consideración con que su Majestad suele atender y prevenir [que estos ataques ocurran] al proveer a sus súbditos de todo lo necesario».
El conde de Barajas, presidente del Consejo de Castilla, recibió órdenes de investigar. Su respuesta fue extraordinariamente franca: «Aunque en todas partes hay personas malas y de intenciones inquietantes, [los críticos] desean ver lo que Su Majestad provee en secreto para que las cosas en estos reinos vayan bien, y que vaya cundiendo en esta materia que es tan importante y que se ve públicamente que depende de Inglaterra y del inglés Francisco Draque».
Estas palabras constituyen, según las definía Geoffrey Parker en ABC, la primera referencia clara de una manifestación del sentir popular en la España de los Austrias. «Se trata de un debate abierto entre los vasallos comunes, concernidos por lo que el Gobierno estaba haciendo, y dejando de hacer, en una materia tan extraordinaria y pública como eran los ataques del pirata inglés», aseguraba el célebre historiador británico.
Reportaje de Joeffry Parker de 2013
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ARCHIVO ABC
El regreso a La Coruña
El implacable Francis Drake se convirtió en una especie de fantasma en el imaginario popular, como quedó demostrado en la madrugada del 3 al 4 de mayo de 1589. El pirata contaba entonces con una flota de 150 buques –algunas fuentes hablan de 200– y más de 23.000 ingleses, que hizo su aparición una vez más en las costas de La Coruña. Presa del nerviosismo, Felipe II llegó a pensar que había perdido el favor de Dios. Sin embargo, en aquel momento el arrojo y la capacidad de resistencia demostrada por los gallegos fue muy diferente.
El corsario ordenó desembarcar a 10.000 de sus hombres, durante la mañana del día 4, para tomar posiciones. Su avance por mar fue ralentizado por los cañonazos de los buques españoles que defendían la ciudad desde la costa: una nao, dos galeras y un galeón. No era mucho, por lo que los ingleses consiguieron llegar a tierra y tomar el barrio de la Pescadería, ubicado fuera de los muros. En esa operación mataron a 70 españoles y capturaron la artillería del Galeón San Bernardo. Dos días después, Drake exigió la rendición de los 1.500 defensores, pero estos se negaron.
La respuesta del pirata fue volar una parte de la muralla de La Coruña, lo que les dejó un paso importante al corazón de la ciudad. Los españoles todavía resistieron con ferocidad y contra todo pronóstico las embestidas de los invasores. El día 16 de mayo, cuando parecía que los gallegos iban a sucumbir, se cuenta que María Pita, una de las defensoras cuyo marido había muerto en los muros, acabó con el alférez que portaba la bandera inglesa, se la robó y, ondeándola en señal de duelo, llenó de animó el corazón de las tropas españolas, que dieron la vuelta a la contienda. Al parecer, los hombres de Drake acabaron retirándose a sus bajeles el día 18 tras perder dos barcos… y huyendo de las costas.