Pedro Sánchez tenía esta semana en Nueva York una oportunidad para escapar de la crisis domésticas y proyectar un perfil internacional desde la Asamblea General de la ONU. La erupción volcánica en la isla canaria de La Palma dejó su presencia en la ciudad estadounidense en la mínima expresión, a pesar de la gravedad que del momento que vive la política exterior europea, en especial con la resaca de la salida de Afganistán y la sacudida de ‘Aukus’, el acuerdo de seguridad entre EE.UU. Reino Unido y Australia para contener las ambiciones de China y que esquina a los socios europeos.
Crisis climática o Covid-19
Sánchez llegó a la Gran Manzana y tenía previsto marcharse ayer por la noche, en cuanto tuviera lugar su intervención ante la Asamblea General de la ONU, que giraría sobre las ideas de la necesidad de tener democracias robustas, la importancia de que estas democracias tengan fortalezas para atender emergencias como la crisis climática o la pandemia de Covid-19, o la necesidad de dar respuestas globales a conflictos globales.
Más sustanciosa que su discurso fue la reunión que mantuvo con Jens Stoltenberg, el secretario general de la OTAN, en un momento grave para la Alianza Atlántica que tiene un impacto directo en España: el año que viene acoge una cumbre en Madrid en un momento de dudas sobre su futuro.
‘Aukus’ ha desatado una crisis de gran gravedad entre EE.UU. y Francia, que tenía un acuerdo multimillonario para la construcción de submarinos militares convencionales para Australia. ‘Aukus’ supone el desarrollo de submarinos de propulsión nuclear para Australia, lo que tira por la borda el contrato con Francia.
La crisis entre Francia y EE.UU. está lejos de solucionarse, a pesar de que ayer los presidentes de ambos países, Emmanuel Macron y Joe Biden, hablaran por teléfono por primera vez desde que el francés llamara a consultas a sus embajadores en Washington y Canberra por el asunto de los submarinos. Las desavenencias se enmarca dentro de un contexto de cambio en la política exterior de EE.UU., en el que la prioridad está en la región Índico-Pacífico y la rivalidad con China y menos en mantener la alianza tradicional con los socios europeos.
Ese contexto y las turbulencias de la salida de Afganistán –ejecutada por EE.UU. sin una coordinación eficiente con sus aliados– marcarán el desarrollo y el contenido la cumbre de la OTAN en Madrid, prevista para el otoño del año que viene.
OTAN 2030 y Madrid
Sánchez negó que estas desavenencias vayan a cambiar el tono de la cumbre, que estará dedicada a la elaboración de un nuevo concepto estratégico y a la iniciativa OTAN 2030, que busca complementariedad y conexiones con la región Asia-Pacífico, donde, según el Gobierno, «se presentan varios desafíos a la estabilidad mundial».
«Reconducir» la situación, a lo que se comprometió a colaborar Sánchez, será un paso definitivo para la celebración de la cumbre. Para ello, Stoltenberg viajará a España en octubre dentro de una visita para avanzar en los preparativos de la cumbre.
Por su parte, la ministra de Defensa, Margarita Robles, enmarcó la celebración de esa cumbre en Madrid como «un reconocimiento, una vez más, al protagonismo de España en materia d política de defensa de España».
«Sobre la reunión de Sánchez con el secretario general de la OTAN en la ONU ha sido pedida por el secretario. Él sabe y conoce perfectamente que España es un país comprometido en la OTAN y la UE», manifestó Robles en una rueda de prensa posterior a la recepción de la delegación de eurodiputados de la Comisión de Defensa y Seguridad del Parlamento Europeo.
