Carlos Sainz estaba satisfecho de haber podido cerrar una buena vuelta en el momento decisivo de clasificación. Lo hizo en un día clave, ante sus seguidores, en su primer
GP de Italia de F1 vestido de rojo en
Monza. No le tembló el pulso y volvió a demostrar su capacidad por remar a contracorriente después de no haber dado en el clavo en las últimas 'quali'. El español, cuando se marchó al parón veraniego, se puso claros deberes: Completar fines de semana perfectos con
Ferrari. Y ello pasaba por mejorar en Q3. En la primera parte del año se mostró rápido desde el inicio y en todo tipo de trazados al volante de su coche tanto en libres como en Q1 y Q2, pero le faltaba rizar el rizo. Solventaba sus errores de Q3 con su mejor arma, su ritmo constante de carrera. Pero debía dar un paso al frente en clasificación, y este viernes lo hizo con una séptima posición que era lo máximo a lo que podía aspirar Ferrari en un trazado en el que el equipo estaba preparado para sufrir mucho a un giro por su falta de potencia de motor en las largas rectas de
Monza.
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