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La primera vez que viajé a Afganistán aterricé en un Hércules del Ejército del Aire en mitad de Qala i Naw, en una calle del pueblo habilitada como pista de aterrizaje.
Los boinas verdes tomaron posiciones y, poco después, me contaron un episodio que refleja qué es una sociedad medieval en pleno siglo XXI.
Dos columnas de soldados de la Brilat descargaron un cargamento de material sanitario. Al terminar, el mulá ordenó deshacerse de la mitad de la carga. El barbudo ordenó devolver todas las cajas que pasaron por las manos de una mujer soldado española. Todo ese material era impuro porque lo había tocado ella.
Tras casi 20 años, nuestra parte del mundo ha puesto fin a la intervención en Afganistán y...
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