La política israelí está cerrando la puerta a la posibilidad, que el cuatro veces primer ministro Benjamín Netanyahu vuelva a ocupar el cargo gubernamental más relevante en esa entidad.
Traicionado por la ultraderecha y el extremismo político y religioso, Netanyahu se enfrenta a la posibilidad cierta de ir a la cárcel por corrupción, fraude y tráfico de influencias. Todo indica que Netanyahu no tendrá la posibilidad de poner el cargo de primer ministro como escudo, ni amenazar con una ofensiva militar contra Gaza o sus clásicas diatribas contra la República Islámica de Irán, El Líbano o Siria. Un Netanyahu que está defendiendo como fiera herida su cargo, apelando a la clásica conducta de atemorizar respecto a un posible gobierno de unidad entre el centro político encabezado por Yair Lapid, la ultraderecha del otrora aliado de Netanyahu, el ex ministro de educación Naftali Bennett y la presencia de partidos árabes. Un gobierno que tendría en los dos primeros años a Bennett como primer ministro y los dos últimos a Yair Lapid. Se especula que Netanyahu estaría seduciendo a algunos diputados de Yamina, como es el caso de Nir Orbach, que ha mostrado su disconformidad con una alianza que incluya al partido árabe Maan y eso hace aún incierto el final de esta telenovela política.
Una coalición de partidos (1) que tiene un plazo delimitado, para presentar un programa de gobierno. Días que está siendo utilizados por Netanyahu, para generar un clima de inestabilidad, llamando a sus ex socios para que se desmarquen del actual pacto que lo deja a él fuera del gobierno. En este posible nuevo gobierno destaca la presencia del partido árabe Maan, cuyos votos permitieron sumar la mayoría de 61 parlamentarios, que permite pensar en desbancar a Netanyahu. El Partido Maan exige una serie de reivindicaciones, para el 21% de la población árabe que radica en Israel (en los territorios de la Palestina histórica): terminar la política de demolición de viviendas palestinas y con la construcción de asentamientos en localidades habitadas en el Neguev. El líder de este partido, Mansur Abbas, espera inaugurar ahora una etapa de reivindicaciones, desde el poder, en favor de la comunidad árabe.
Netanyahu va hoy, cuesta abajo en la rodada en el plano personal, pero esto no cambia un ápice la condición de considerar a Israel como una sociedad belicista, punta de lanza del imperialismo y potencias europeas en Asia occidental y un peligro evidente, para una región que tiene desde el año 1948 a esta entidad generando desestabilización, agresiones en varios frentes y guerras. La casta política sionista tiene diferencias en política interna, que tampoco son esenciales y donde se destaca la discusión respecto a los privilegios del sector ortodoxo, que no tiene obligación de hacer el servicio militar, el tema de subsidios económicos, de vivienda y educación otorgados a los colonos en los territorios palestinos ocupados, la velocidad de las medidas tomadas pero…en el plano externo la visión y acción no difiere en lo absoluto. Con absoluta certeza el tema de avanzar en materias de dejar de construir asentamientos, levantar nuevos tramos del muro de apartheid, seguir bloqueando a la Franja de Gaza, en definitiva la crónica política de ocupación y colonización de Palestina seguirá incólume.
Una política exterior que muestra una coherencia fundamentada en mitos fundacionales, un destino manifiesto, que está en la esencia de esta sociedad, además de una narrativa y práctica segregacionista. Una política exterior sionista imbricada con la política, que en el plano internacional practica Washington y donde el Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-Israelí (AIPAC por sus siglas en inglés) ejerce un incuestionable influjo sobre la Casa Blanca. Una alianza, que genera una simbiosis de indudable peligro, no sólo para Palestina y Asia Occidental en particular, sino que para el conjunto del planeta. El Nuevo gobierno sionista será más de lo mismo, una charada de democracia, una cara maquillada pero que en esencia como solemos decir en Latinoamérica “aunque la mona se vista de seda, mona queda” comprobando aquello que entre la casta política, que sustenta su existencia en base al expolio, la segregación, el crimen y la explotación de otros pueblos, da exactamente lo mismo quien presida el sillón de mando.
Entre bueyes no hay cornadas y bien sabemos, que por más que haya acusaciones contra Netanyahu, la sobrevivencia de una entidad se fundamenta en la impunidad generalizada, lo que incluye incluso los más atroces crímenes cometidos por la soldadesca ocupante sionista contra el pueblo palestino. Llámese Benjamín Netanyahu, Naftali Bennett, Yair Lapid, Benny Gantz o cualquier nombre que surja de una de las sociedades más denunciadas por crímenes de guerra y lesa humanidad, todo seguirá igual. Con la mayor cantidad de resoluciones de condena por su política de apartheid, quien sea el que presida el gobierno de ese régimen no podrá estar ajeno a lo que ha sido una política de exterminio de la población palestina desde hace 73 años a la fecha.
La relación con Estados Unidos sin Netanyahu, no sufrirá variación alguna, considerando en esto al actual presidente norteamericano, Joe Biden, que en noviembre del año 2016 – en las postrimerías como vicepresidente del ex mandatario Barack Obama – en el congreso mundial judío celebrado en la ciudad de Nueva York dejó en claro su posición “Soy sionista, pero para esto no hace falta ser judío” (2) unido a un gabinete donde los incondicionales de Israel son mayoría todos ellos de religión judía (3). Una a ello la propia conformación de un gobierno con tan amplia conformación y donde destaca la presencia de políticos absolutamente extremistas y que podría ser primer ministro en la nueva etapa, como es Naftali Bennett.
En una publicación en The New Yorker y consignado por diversos medios Bennett señaló, previo a las elecciones del año 2013 que “Hay algunas cosas que la mayoría de nosotros sabemos que nunca pasarán: no habrá una nueva temporada de Los Soprano… y nunca habrá un plan de paz con los palestinos”. Multimillonario fue jefe de gabinete de Netanyahu entre los años 2006-2008. El año 2010 fue nombrado director del Consejo Yesha (organización dedicada a la promoción d ellos asentamientos judíos en los territorios ocupados). Ha ocupado las carteras de Economía, Servicios Religiosos, Asuntos de la Diáspora, Educación y Defensa (siempre con opiniones antipalestinas). Para Bennett, la Línea Verde –demarcación establecida tras el armisticio de 1949– “no tiene ningún significado”. “La tierra es nuestra. Haré todo lo que pueda para luchar contra la creación de un Estado palestino en la tierra de Israel…no más ilusiones”. El que puede ser el próximo primer ministro de Israel incluso ha negado la existencia de la ocupación afirmando “¿ocupación? ¿Puede uno ser un ocupante en su propio hogar? Esta es nuestra casa”.
Como ministro de Economía, Bennett fue muy criticado por sugerir que a los “terroristas” no había que detenerlos, sino matarlos. “Yo ya he matado a muchos árabes en mi vida y no hay absolutamente ningún problema”. Meses antes había comparado la situación entre Israel y los palestinos como metralla molesta clavada en el culo y que se tiene que extirpar. En otras ocasiones, Bennett no ha escondido sus posiciones abiertamente racistas, al sostener frente a un diputado árabe “cuando ustedes todavía colgaban de los árboles, aquí teníamos un estado judío” (4). Con ese nombre y el de Avigdor Liberman, Ayelet Shaked, entre otros no hay posibilidad de pensar en un gobierno que le cambie la realidad de ser un ocupante, colonizador y violador de los derechos humanos del pueblo palestino, por más que el gobierno de Biden quiera maquillar un régimen sin ningún apoyo más allá de Washington y sus aliados como Francia, Gran Bretaña y los grupos de presión sionistas.
Pero si alguien piensa que Lapid representa un nombre, que permitirá avanzar por un proceso que permita la autodeterminación del pueblo palestino, está tan equivocado como creer que Israel es una democracia. Lapid ha afirmado que el Ejército israelí tiene que poder entrar en territorio palestino argumentando “motivos de seguridad”. Sostiene que el valle del Jordán debe estar en manos de Israel, que “no existe el derecho de retorno” de los palestinos que fueron desplazados en 1948 y que Jerusalén es la capital indivisible de Israel “porque los países no dividen sus propias capitales”. Así visto, da lo mismo quien ocupe el cargo de primer ministro, son todos igual de criminales.
Pablo Jofré Leal
Artículo Cedido Por www.segundopaso.es